+ Institución de ministros
extraordinarios de la Eucaristía
Por Oscar Maldonado Villalpando
“Oh Sacrum Comivivium in quo… Oh Sagrado
banquete en el que Cristo se recibe como alimento, se recuerda la memoria de su
pasión, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la futura gloria.
Amén”
“La vocación al discipulado misionero es
una convocación a la comunión en su Iglesia” A. 156.
¿Qué es la Iglesia?
¿Acaso es esa realidad lejana cuya sede y
cabeza está en Roma?
La Iglesia en realidad está aquí,
cercana, en las personas, en las comunidades. Esto es un ejemplo de esa
cercanía.
No se puede ser cristiano “sin Iglesia”
como lo señala una tentación actual; es muy importante la pertenencia. Ser
ministro extraordinario de la comunión es una elección y un gran privilegio
para los fieles laicos, que se da dentro de la comunidad y para servicio de la
comunidad. Don y bendición en el seno de una parroquia.
Un grupo de cristianos da un paso al
frente y se ofrece y acepta este envío tan extraordinario. En el templo de San
Pedrito se vivió este singular acontecimiento, en la misa del pueblo, 7 p.m.,
de este domingo 18 de diciembre de 2011, el Pastor propio, señor cura
Ángel Zepeda realizó la institución y renovación del grupo de ministros
extraordinarios de la Eucaristía. Ciertamente, de hecho, funcionaban con
regularidad, cumpliendo caritativamente con este ministerio a favor de los
ancianos y enfermos de la comunidad, pero faltaba realizar esta delegación
formal frente a la comunidad viva.
Por eso el sacerdote informaba: “A
nuestros hermanos se les va a confiar, por un año y sólo dentro de la
jurisdicción de nuestra parroquia, el ministerio de distribuir la Eucaristía a
los demás y llevarla a los enfermos. A ustedes queridos hermanos que son
llamados a tan alto servicio en la Iglesia, deben procurar aventajar a los
demás en el testimonio de fe y vida cristiana, y vivir con más fervor este
misterio de unidad y de amor… Y prosigue el celebrante: “Bendice, Señor,
a nuestros hermanos y hermanas que han sido elegidos para dar el Pan del Cielo
y el Cáliz de Salvación a tu pueblo fiel. Haz que los misterios de salvación
que distribuyen los conduzcan a las alegrías de la vida eterna”
Un acto sencillo y eclesial, sin
reflectores deslumbrantes, que enriquece el vivir parroquial, acerca el bálsamo
del amor a quienes sufren siguiendo el ejemplo del Gran Samaritano. Y como
señalan los obispos en Aparecida, en una vivencia como esta, brilla el que “la
parroquia es lugar privilegiado donde la mayoría de los fieles tienen una
experiencia concreta de Cristo y la comunión eclesial” A. 170.
Luego de esta importante ritual, los
elegidos mostraban gran alegría por su llamado y los fieles recibían y
agradecían este regalo del Señor por los días de Navidad.
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