Descanse en paz don Salvador Villaseñor Báez




El que tanto amó a su tierra
estará por siempre presente

Por Oscar Maldonado Villalpando

Amores correspondidos con anhelo de trascendencia.
Porque con ella se ama todo lo que a ella corresponde. Él recibió de sus abuelos y padres, los Villaseñor y los Báez, un tesoro, un precioso regalo; una fe incólume, una tradición incomparable. Recibió un rico filón de los valores más sublimes de un buen alteño. 
Salvador, don Salvador, amó lo que vale la pena amar, a su Dios, a sus padres, su familia, a su esposa, a sus hijos, su tierra, Tepatitlán, Los Altos de Jalisco, su rancho, todo lo que Dios manda que debe querer un buen hombre. 
Pero ese amor, ya lo sabemos, ellos, nuestros mayores nos enseñaron a vivir y a morir por eso mismo; esos amores demandan entrega, requieren de darse, de sacrificio y de cruz, de brindarse totalmente.
Tierra, sol, árboles, ganado, el rancho nuestro, tan vinculante, que sale a flote, no por sus recursos, sino por todo el cariño y esfuerzo que su gente siembra cada día en esos benditos surcos de su vida.
No fueron muchos años, Señor, tú lo sabes, tú sabes por qué son esas cosas que uno no entiende. ¡Podría ser de otro modo? Pero entonces no sería él, este fue tu designio para él, esta fue su visa divina. Y ya está formalmente contigo.
Ahora sabemos, con certeza, que no fue esta o aquella enfermedad, que no fue el líquido en sus pulmones, fue su amor a la vida, el amor de un gran corazón el que, al final, de tal forma lo envolvió que lo condujo ese mar inmenso que es el infinito.
Queda en nosotros, aunque vemos con claridad, aunque sabemos de antemano, lo que todo este entorno significa, queda pues, un no sé qué de misterio, un algo de lágrimas que no han brotado, una emoción tormentosa, un torbellino, un algo que acaba el corazón, pero es ese lastre, ese anhelo, ese deseo o imaginación que pudimos, que debimos apreciar en lo que vale esa prodigiosa presencia que Dios nos otorgó en don Chava; pero no, no es irremediable, porque todo podemos hacer por él, estamos muy a tiempo de llorar con él, de sufrir con él, de amar con él, y también de reír, tiempo para ser felices con él y por él.  Porque motivos nos dio, porque razones hay, porque Dios nos da esa maravillosa oportunidad, pues alguien con un corazón de ese tamaño seguirá entre nosotros, como señuelo de vida, marcando el camino, dándonos un sentido de vivir.
Otra vez, Señor, a las 3 de la tarde, a las tres de la tarde en la plenitud del día, en la plenitud de la vida, a las 3 de la tarde, de nuevo, Señor.

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