La causa de todos los males



Por el padre Miguel Ángel

Cuentan que una noche, varios estudiantes esparcieron queso Limburgo sobre el labio superior de un compañero de cuarto mientras éste dormía. Al despertarse, el joven sintió el mal olor y exclamó: "¡Esta habitación huele mal!" Se asomó al pasillo y dijo: "¡El mundo entero huele mal!" ¿Cuánto tiempo crees que tardó en darse cuenta de que el problema estaba debajo de su nariz? Es fácil, y hasta nos resulta natural, encontrar defectos en el mundo que nos rodea, y seguir ciegos a la manera en que contribuimos al problema.

La travesura de los estudiantes de poner queso muy oloroso junto a la nariz del compañero nos ha dado una gran lección, porque todo mundo buscamos echarle la culpa a los demás cuando sucede algo malo y no somos capaces de reconocer que muchas veces el mal está dentro de nosotros mismos. Cuando miramos con los ojos del corazón el jardín que Dios preparó en este mundo para nosotros sus hijos, tan lleno de cosas buenas, de recursos naturales, de maravillas y bellezas, ¿nos preguntamos de donde viene el desorden? ¿Cuál es la causa de todos los males? 

Entonces es cuando Jesús nos invita a volver a los ojos sobre el propio corazón para que descubramos que el problema no está afuera, sino que nace de dentro.

Toda la maldad que veamos en el mundo, fue primero aprobada por algún corazón humano, pues como dice el Evangelio: Del corazón humano salen los malos propósitos, los robos, adúlteros, injusticias, envidias y muchas cosas más por eso urge pedirle a Dios que nos purifique el corazón.

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