La subversión despiadada



Hace un par de semanas -poco más, el viernes 25 de octubre para ser exactos-, celebramos en Acayucan el aniversario número 53 de la fundación de El Diario del Sur (del que he sido director por 20 años gracias a la confianza que me han hecho el favor de dispensarme, primero el licenciado Angel Leodegario Gutiérrez y ahora la señora Yolanda Carlín Roca), con una pequeña comida que organizaron ahí mismo en las oficinas la administradora y la subdirectora del medio, porque no están los tiempos para grandes festejos.
Una carne asada, unas cervezas bien frías (en Acayucan siempre hace calor), un buen tequila y un delicioso pastel que llevó personalmente el presidente municipal electo Marcos Martínez Amador, quien se quedó a convivir con los empleados de El Diario.
Había entre estos un profesor campechano y revolucionario, que es además reportero y que en días pasados faltó en varias ocasiones a trabajar porque andaba en México apoyando las marchas y el plantón de los profesores de la CNTE. Iba y venía, y cuando estaba en Acayucan, en la Redacción, nunca faltó algún compañero que lo cuestionara y discutiera con él acerca de su apasionada defensa de su oposición a la Reforma Educativa, porque la suspensión de clases y sobre todo los bloqueos de avenidas y carreteras molestaron mucho a todo mundo.
Cuanto argumento en contra de su desmadre le exponía algún compañero, el maestro-reportero-revolucionario trataba de rebatirlo, sobre todo cuando le hacían ver que ya deberían regresar a las aulas, que estaban perjudicando demasiado a los niños; y cuando ya no tenía más qué decir, porque en contra de la razón no hay argumento que valga, simplemente inclinaba su cabezota de campechano hacia un lado, se la rascaba y preguntaba: “¿Pero bueno… qué pinche prisa tienen porque regresen los chamacos a clases?”
Ese día, en medio de la amena plática que todos los festejantes sosteníamos durante la comida, se me ocurrió preguntarle al susodicho: Oye profe, y ¿cómo les fue en su lucha, por fin ganaron o perdieron? “No, por supuesto que ganamos -contestó raudo-, ahora sólo damos clases dos días a la semana”.
Esa es la mentalidad de los paristas, esas las banderas de su lucha, trabajar menos y no ser evaluados; lo de la supuesta privatización de la educación y la defensa de sus derechos laborales ha sido siempre un cuento chino, con éste lograron manipular a algunos padres de familia y conseguir su apoyo, que finalmente perdieron al enfrentarse y fastidiar a todo mundo.
Ya no los soportan en el Monumento a la Revolución en la ciudad de México, su causa está perdida, ya no necesita el gobierno priista de Peña Nieto el apoyo de la izquierda, los votos que requería de por lo menos algunos perredistas para aprobar la reforma fiscal ya fueron emitidos en el Senado; la energética la aprobarán con los votos del PAN. Ya no tienen apoyo los maestros subversivos de Oaxaca, Michoacán y Guerrero, algunos del DF y de otros pocos de Veracruz, ya no es un riesgo mayor utilizar las macanas, los gases lacrimógenos y cagógenos, la cárcel y los despidos, la aplicación de la ley pues, para obligar a los inconformes a ganarse el pan como nos lo ganamos la mayoría, trabajando.
El diario Milenio publicó este jueves (hace dos días) la siguiente nota con el encabezado: “Llora frente a maestros, tras sufrir despido por el plantón”
"Lavaba la mantelería, ya tengo dos meses sin trabajo y ahorita ya me despidieron, a dónde me van a volver a recibir con esta edad", dice la mujer a un grupo de maestros en el Monumento a la Revolución.
Angustiada y al borde del llanto, una mujer de la tercera edad camina por el tramo de Plaza de la República liberado hoy, cuando se encuentra frente a un grupo de maestros chiapanecos y les reprocha "la gente ya no entra y ahorita me despidieron".
La mujer de 73 años que viene del restaurante "El Correo Español", ya no hizo hoy las labores que habitualmente desempeñaba desde hace año y medio.
"Lavaba la mantelería, ya tengo dos meses sin trabajo y ahorita ya me despidieron, a dónde me van a volver a recibir con esta edad", dice con la voz entrecortada y entonces las lágrimas recorren su rostro.
Consternada por su situación, provocada por el plantón de maestros de la CNTE, repite las palabras de su patrón esta tarde, "que no hay trabajo, no me pueden pagar ahorita porque no hay ropa que lavar, no hay trabajo".
- ¿Cuánto ganaba?
- 180 al día y ahorita pues me quedé sin trabajo.
Sigue llorando, ninguno de los maestros y maestras de Chiapas dice algo, se miran entre ellos y quedan inmóviles.
Aún con los ojos inundados, la mujer los mira directamente y exclama: "Espero que les duela, porque también los meseros, los cocineros, los que hacen el aseo ya los despidieron".
Tras expresar su desdicha, Irene Manríquez retoma su paso hacia el metro por la calle Ponciano Arriaga. En tanto, los maestros dan media vuelta y regresan al campamento. Da la impresión de que no sintieron nada”.
Claro que no sintieron nada, son unos desgraciados hijos de perra mal nacidos, insensibles, a quienes no les importa perjudicar a quien sea, sobre todo a la gente pobre, con tal de no trabajar; a ellos los mantiene el gobierno de otro mal parido llamado Gabino Cue y el dinero que obtienen como secuestradores otros delincuentes subversivos compañeros suyos de la CNTE en Oaxaca.

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