Por el padre Miguel Ángel
San Juan Bosco nos cuenta como inició su
gran obra:
"El día solemne de la Inmaculada
Concepción el 8 de diciembre de 1841, estaba revistiéndome para celebrar la
Santa Misa. El sacristán, viendo a un jovencito en un rincón de la sacristía,
lo llamó para que me ayudara a la Misa, pero como el muchacho no sabía, el
sacristán lo maltrató y se fue muy triste; yo le pedí que fuera a buscarlo.
El sacristán
salió corriendo, y a gritos lo llamó: Le prometió tratarlo muy bien y lo trajo
a donde yo estaba.
El joven se acercó temblando y con
lágrimas por los golpes recibidos.
-¿Has oído la
Misa? Le dije amablemente.
-No.
-Ven y la
escuchas. Después tengo que decirte una cosa que te agradará mucho. Me lo
prometió.
Mi intención era suavizar la pena de
aquel pobrecito y no dejarlo con la mala impresión de aquel maltrato.
Apenas terminé de
celebrar la Misa, con rostro muy alegre llamé al joven, le aseguré que no
habría ningún peligro de que lo volvieran a golpear, y empecé a interrogarlo:
-¿Vas al
catecismo? -No me atrevo.
-¿Por qué no te atreves? -Porque los
demás compañeros, más pequeños que yo, saben el catecismo, y yo tan grande no
sé nada. Por eso me da vergüenza ir a clase.
-Y si yo te doy
la clase de catecismo por aparte, ¿vendrías a escucharla?
-Con mucho gusto,
con tal de que no venga ese señor a darme bastonazos.
-Puedes estar
tranquilo. Nadie te va a maltratar. Tu serás mi amigo, y conmigo tendrás que
entenderte y con nadie más. ¿Cuándo quieres que empecemos las clases de
catecismo?
-Cuando usted quiera.
-Te parece que
sea ahora mismo? -Sí, ahora mismo, con todo gusto.
Don Bosco se
arrodilló y con todo el fervor rezó un avemaría para que la Madre de Dios le
concediera la gracia de salvar aquella alma. Esta Avemaría rezada con toda el
alma fue fecunda en grandes éxitos espirituales. Se levantó e hizo la señal de
la cruz para empezar, pero su alumno no lo imitó porque no lo sabía hacer. Por
aquella primera vez don Bosco le enseñó la señal de la Cruz y le explicó cómo
Dios es creador de todas las cosas, y para qué fines nos ha creado a nosotros.
Después de media hora de clase, le regaló una medalla de la Virgen, le hizo
prometer que vendría el próximo domingo ya no sólo sino con otros amigos, y lo
despidió con toda la amabilidad. Garelli, este pobre huérfano analfabeta (que
el próximo domingo regresó con varios amigos más a la clase de catecismo de don
Bosco) fue así el inicio de la más grande obra educativa de los últimos
tiempos.
Por la prudente dirección de San Juan
Bosco, las escuelas y seminarios obtuvieron tanto éxito que, durante la vida
del Santo, surgieron unas 2,500 vocaciones sacerdotales y la fundación de una
Congregación de "Hermanas de María Auxiliadora". También promovió las
vocaciones tardías para el sacerdocio en el mundo obrero.
Hasta los ateos
lo respetaron por su sinceridad, por su entrega noble a la causa de los más
pobres y por su pobreza personal. Así pudo, por algunos años, actuar como
intermediario confidencial entre gobierno e Iglesia.
Murió el 31 de
enero de 1888 y con él se cumplió lo que él mismo había previsto: "Quien
muere en el campo de trabajo, atrae cien más que lo reemplacen".
Su método era: a través de la confianza,
establecer un orden libremente aceptado por los muchachos, evitarles las
ocasiones y las compañías malas, creando alrededor de ellos un ambiente de sana
alegría.
Los muchachos aceptaron al padre, su
regla de vida y lo amaron con verdadera gratitud. Sin medios económicos, Juan
Bosco consiguió levantar hospicios, talleres y la construcción de un templo en
honor de la Santísima Virgen.
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