De los tiempos de la Cristera


Por Oscar Maldonado Villalpando

¡Por su fe, a las armas toda la familia!

Ofrenda total
Porque se fueron a defender su fe y no conocían su paradero. Uno de los hijos de Tío Polín, el de Huaracha y Santa María, se fue con sus hermanos al combate de Cuquío tan desafortunado para los Cristeros y nunca más se supo de él, ciertamente murió en combate, pero nunca recuperaron su cuerpo, era el riesgo. El 25 de marzo de 1927, a tres meses que andaba en la tropa Cristera.

El papá y los hermanos se resignaron, pues como se usaba, los muertos en los combates eran sepultados donde caían, como señal, cubrían la tumba con nopales, era lo que se podía hacer. Esa fue la suerte de uno de los buenos, Simeón. Este soldado de Cristo Rey nos muestra que los que formaban las filas no eran ilusos, ingenuos o engañados; ellos estaban al tanto del movimiento social, para donde se inclinaban las corrientes políticas, lo que pensaba el gobierno. Y estaban activos y comprometidos en su fe. Simeón fue así y los demás también, de otro modo no iban a echar su vida por nada. Ni siquiera por intereses temporales, la prueba es que cuando se les mandó dejar las armas, lo hicieron, quien no ve estas cosas con fe, estima la orden como una gran traición y su obediencia como algo muy tonto.

Los dos hermanos que murieron

El día 25 de marzo de 1927, en Cuquio también se dio una estampa impresionante, en la estampida de los cristeros, cayó herido Antonio Franco y en su angustia gritó a su hermano Martín que lo ayudará, aunque estaban en un fuego intenso, Martín paró la carrera de su caballo que lo iba librando, desmontó y trató de auxiliar a Martín. Al fin los dos entregaron su vida. Ahí mismo quedó Rafael González, que le sobrevivió un poco a su hermano Salvador quien murió en el segundo combate de San Francisco del Rincón, un mes antes, el 27 de febrero.

Lo sucedido con el P. San Julio Álvarez Mendoza fue bien conocido y seguido por los habitantes de San Diego de Alejandría, especialmente del 27 al 30 de marzo de 1927, cuando fue martirizado.

Ahora, en la modernidad galopante, leer y recordar esas cosas parecerá aberrante, pero vale la pena situarlo en su momento y apreciar los valores que tales acontecimientos nos muestran.

Regresando al tío Polín

Los sobrevivientes de esta rama familiar, guardan estampas muy queridas de aquellos días, Emeteria, es hija de Roque el mayor de los de Polín, se había casado en 1920. Meteria, como la nombran, nació en el 22, así que guarda con claridad aquellas trifulcas de la reconcentración. A ellos les afectó mucho porque los hizo irse orientando a Guanajuato, a San Francisco del Rincón, territorio gobiernista. Ella hizo su Primera Comunión en la Cristera. No se alejaron del territorio el Padre J. Refugio Durán, el Padre Salvador Casas y, sobre todo el barbón, Padre Tules, Gertrudis López Moreno, este fue el que la administró tan gran sacramento, pero en el refugio de la Barranca de Coachalotes, justamente en la cueva donde se recuperaban los heridos cristeros.

Pero eso no se hacía improvisadamente, sino que la mamá Juana López, hija de Margarito, era muy buena catequista y muy responsable, así que preparó muy bien a su hija para este paso importante. Eso explica como en la otra rama familiar, el cuñado, Simeón era un gran apóstol

Cómo hay episodios emotivos de las misas celebradas en algunos lugares con la tropa del gobierno por llegar, en Corral del Monte, hoy San José del Monte y en Corral de Piedra, hoy Cruz de Piedra, donde tuvieron que tirar las ollas de tamales y los canastos de pan, las ollas de chocolate de la fiesta para no ser culpados por el gobierno. Meteria, a sus 93 años, se acuerda de todo eso porque le tocó nacer y vivir en un territorio netamente cristero. Y a propósito de eso, aún en el tiempo de armas, nació Constancio Ramírez; nació en el rancho de Santa María como eran las cosas entonces, pero para bautizarlo hubo que ir cuando había celebración en la dichosa Barranca de Coachalotes donde fue bautizado por el P. Tules, eran al principio de 1929, el 11 de marzo. Constancio vive ahora en Zamora, pero no olvida a San Diego de Alejandría, su tierra.

Un alegre advenimiento

La llegada de Victoriano Ramírez, El Catorce, era un acontecimiento sobresaliente para las personas en ese tiempo.

No una, sino varias veces la gente recibía con fiesta al Coronel Victoriano. Esto fue el 12 de febrero de 1927. Eran solo 20 cristeros, lo especial es que iba con ellos Heriberto Navarrete, del equipo de Anacleto González Flores, aún estaba en los asuntos civiles y de promoción a la causa. Después se integraría como combatiente, quizá por la admiración a Victoriano, que al final se transformó en animadversión, traición y muerte.

Pero este día desde las 7 de la mañana salieron de sus casas hombres y mujeres y niños llevados por la curiosidad de conocer al guerrillero indomable, paladín y caudillo de la tropa cristera. El Catorce agradecía las ovaciones que le tributaban a su paso.


Los descendientes de Tío Polín tomarían sus caminos, por lo pronto Simeón cumplió su cometido. Dar su vida por Cristo Rey, no ese día en Cuquio, ya lo hacía en el apostolado de los ranchos, en el catecismo, en la Vela Perpetua, ante el Santísimo.

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