Matar o morir… de hambre



La desigualdad social se ha vuelto literalmente criminal. Por la desigualdad cada vez más acentuada, en la que unos pocos tienen mucho y muchos no tienen nada, se están cometiendo una serie de crímenes, y no  pocos ni leves, sino muchos y graves, quienes viven en la extrema pobreza hacen lo que sea por unos cuantos pesos, desde involucrarse en el narcotráfico hasta asesinar a cualquiera, aunque esto último se hace ya incluso por puro rencor social.

Hace unos días tuvimos en El Diario del Sur una nota que hablaba de un joven de 20 años, originario del municipio de Soconusco, que se fue a Tijuana en busca de tratar de cruzar la frontera. Se llama Markonikz Román Rojas y se tuvo que quedar en el país, de este lado, porque no se le presentó la oportunidad de pasar.

Pero se le presentó un día la oportunidad de ganarse 20 mil pesos, al conocer a otro joven -de un año menos de edad que él-, que le ofreció esa cantidad a cambio de que le ayudara a matar a a su madrastra con la que tenía algunos problemas. Éste otro se llamaba (se llama) Manuel Olvera Serratos, y la señora de la que se quería deshacer María Soledad Valdez Rodríguez, de 42 años de edad.

La falta de dinero (y de escrúpulos, por supuesto, de principios, de moral, pero sobre todo de comida) hizo que Román Rojas aceptara el trato. El día 14 de febrero (Día del Amor y la Amistad), la señora mencionada se encontraba sola en su casa de la colonia Virreyes, de Tijuana, cuando entraron los dos muchachos, de 20 y 19 años de edad, y el veracruzano le dio muerte de varias puñaladas en diferentes partes del cuerpo.

Detuvo la policía al hijastro por ser el primer sospechoso, le dieron el apretón de rigor y confesó todo, que le había pagado 20 mil pesos a un amigo (Román Rojas) porque le ayudara, y que fue éste quien mató a la madrastra. Markonikz  fue detenido de inmediato y desde entonces está preso en Tijuana, su familia quisiera tenerlo más cerca, en Acayucan, y está haciendo los trámites correspondientes para lograr su traslado, pero se ve muy difícil que lo logren. Su pobreza, su falta de estudios, de escrúpulos y de oportunidades, la criminal desigualdad social acabó con la vida de doña María Soledad, con la del joven soconusqueño y con la de su amigo, que se harán viejos en la prisión, si sobreviven…

En Puebla, tres muchachos de Xalapa secuestraron y asesinaron luego a un compañero del Instituto Tecnológico Superior de Monterrey, tan sólo porque éste era rico y tenía un auto Mercedes Benz último modelo que le regaló su papá. La envidia que provocó la riqueza de un compañero entre quienes, siendo pobres, de alguna manera se las arreglaron sus padres para mandarlos a una escuela para gente bonita (error muy frecuente en algunos padres, que creen que entre mejor y más cara sea la escuela, mejor preparados van a salir sus hijos, lo cual es falso de toda falsedad, el que es pendejo ni yendo a Harvard se va a volver inteligente; y el que es inteligente y estudioso, vaya a la escuela que vaya, a la más humilde, saldrá adelante, porque el que quiere estudiar lo hace donde sea, aún sin ir a ninguna universidad), la envidia, repito, acabó con la vida de un joven y arruinó la de otros tres.

El joven Sebastián Préstamo Rivera fue secuestrado el pasado 7 de febrero en Puebla, donde con engaños el que creía que era su mejor amigo hizo que lo llevara hasta un lugar donde le pidió que permitiera que les acompañaran otras dos personas, otro menor de edad y un adulto. A bordo del auto los recién levantados atacaron a Sebastián, tras de lo cual uno de ellos tomó el volante y se dirigieron hacia el estado de Veracruz, donde abandonaron el cuerpo en la sierra de Misantla. Y aun cuando ya lo habían asesinado pidieron a sus padres un rescate de 15 millones de pesos, esto los dos que lo asesinaron, mientras que el “mejor amigo” regresaba a Puebla para mostrarse “muy preocupado” y estar cerca de los papás de “su amigo” para ver la reacción, si pagaban, y que no sospecharan de él.

Pero la policía de Veracruz encontró el cuerpo de Sebastián al día siguiente, y casi de inmediato fue identificado porque había sido reportada su desaparición; luego se encontró en las calles de Xalapa el automóvil Mercedes Benz, se interrogó en Puebla al “mejor amigo” y quedó detenido tras confesar lo que habían hecho, no se dio a conocer su nombre por ser menor de edad, pero al día siguiente, lunes 23 de febrero fue detenido en la capital veracruzana, en la colonia José Vasconcelos, otro de los implicados, uno de los autores materiales del crimen, menor de edad también, sólo falta el adulto.

La envidia y el deseo de obtener dinero fácil, por la criminal desigualdad social que impera en nuestro país, cobraron así cuatro víctimas más, de las que nos enteramos de primera mano por tratarse de jóvenes de Xalapa donde vivo, pero son miles y miles los que sucumben ante esta realidad.

Cada noche paso por un crucero que está en una famosa y gran avenida de Xalapa, a veces muy tarde ya, alrededor de la una de la mañana o después, y siempre que paso a esa hora veo a un adolescente con cara de maldito, chaparro, moreno, de mirada torva, que vende ¡cigarros! ¿A quién le vende cigarros a esa hora? no lo sé, nunca he visto que nadie le compre nada, pero él se pasea entre los carros con una cajetilla de cigarros en la mano izquierda y un encendedor en la derecha, mirando fijamente y hasta me parece que de mala manera a cada uno de los muy pocos conductores que pasamos por ahí a esa hora, yo creo que ya se sabe de memoria la cara de todos.

Para mí es evidente que, o vende otra cosa, o está ahí sólo para vigilar el paso de algún convoy del Ejército, la Marina o la Policía Federal, y dar aviso a quien le paga por decirle hacia dónde se dirige la autoridad. Este muchacho tampoco va a durar mucho, más temprano que tarde va a terminar en la cárcel en el mejor de los casos, si no es que en alguna fosa clandestina. Será otra víctima de la brutal desigualdad social en que vivimos. ¿Hasta cuándo? no lo sé, ya me hice a la idea de que moriré sin ver un cambio que la elimine o disminuya. Tal vez mis hijos lo vean, o mis nietos, ojalá…

Publicar un comentario

0 Comentarios