Como que ya estuvo


Ahora que me acuerdo (1)

Gustavo González Godina

   Creo que ya me voy a morir. Es decir, más bien creo que ya viví suficiente y que en cualquier momento me puede cargar el payaso. No sé cuánto me quede de vida, pueden ser semanas, meses o incluso años, varios tal vez, en realidad no tengo ningún motivo para sospechar que ya estoy como luego dicen agarrando pista, excepto por mi edad (tengo 62 en el invierno del 2015) y por las pocas ganas que tengo de seguir siendo habitante de este planeta, mucho menos de este país y menos aún del Estado de Veracruz donde vivo al momento de escribir esto.

   En estos últimos dos lugares, en el País y en el Estado, me parece que sus gobernantes actuales han hecho exactamente lo contrario de lo que deberían; se les ha ido su sexenio en anunciar obras que no han realizado, que ni siquiera las han comenzado, se han quedado en la primera piedra o en el banderazo de salida las grandes autopistas, aeropuertos, trenes rápidos, puentes, todo… han sido obras de saliva nada más; no hay inversión, no hay más empleos, no hay seguridad… Sólo hay la corrupción de siempre, la opacidad, violencia, ratería, impunidad, lo mismo de las últimas décadas, agravado en ésta la segunda del Siglo XXI.

   Vivir en Xalapa se ha vuelto un calvario. En lo personal me parece ya una bella ciudad inhabitable, donde no hay ley ni autoridad que la aplique. Lo que hay es una cultura de la protesta y la impunidad que nos tiene hasta la madre, donde cada quien hace lo que se le pega la gana. Diez o doce personas bloquean casi a diario la avenida Enríquez frente al Palacio de Gobierno, y la “autoridad” en lugar de retirarlas u obligarlas a que se suban a la Plaza Lerdo, las apoya cerrando la vialidad un par de cuadras antes para que nadie los moleste. Mucha danza, mucha música, teatro, cine y cuantas bellas artes sean cultivadas en París o en Londres, mucha cultura pues en la “Atenas Veracruzana”, pero la gente sigue sacando la basura de su casa mucho antes y después de que pase el camión recolector, y las montañas de desechos en cada esquina son la mejor carta de presentación de la “cultura” xalapeña. Los automovilistas siguen dando vuelta a la izquierda en una avenida de cuatro carriles como la Ávila Camacho, sin importarles todos los vehículos que haya atrás de ellos esperando a que se quitan. En todas las grandes y modernas ciudades del mundo se fomenta el uso del transporte público, en la capital veracruzana se saca de la circulación a autobuses urbanos y taxis, vivimos en el mundo del revés.

   Por eso y por mucho más me parece ya muy poco agradable vivir en Xalapa, en la bella Xalapa que tanto me gustó cuando llegué, con sus hermosos parque, jardines y camellones para hacer ejercicio. “Pues vete” me dirá más de alguno. Pues sí, me iré dentro de unos meses, no sin antes decir lo que pienso y lo estoy diciendo, que no sólo la capital de Veracruz sino todo el Estado se ha convertido en un pueblo sin ley en los años recientes. Aunque pensándolo bien a dónde voy que más valga, como dice el refrán nunca tan bien aplicado como ahora. Desde que tango uso de razón (desde que me acuerdo pues) y desde que he vivido en Veracruz, nunca antes -luego de la Docena Trágica Echeverría-López Portillo- en Los Pinos, y después de don Agustín Acosta Lagunes en Veracruz, había yo lamentado tanto vivir bajo la clase gobernante que padecemos, como en los días que corren.

   En estos momentos no estoy orgulloso de ser mexicano, ni de vivir en Veracruz aunque estoy agradecido con la mayoría de los veracruzanos, con la gente de trabajo, no así con los vándalos (campesineros, maestreros, estudianteros, manipuladores de colonos, de obreros, de pobres, de flojos) que me hacen enojar cada día con sus bloqueos. Pero no puedo irme a vivir a otro país, no tengo dinero, así que me repito a cada momento “ahora tejones porque no hay conejos”, lo más que podré hacer será emigrar a otro Estado. Eso sin contar con que buena parte del mundo está igual: Terrorismo, guerras, violencia, abusos, discriminación.

   Todo eso me quita las ganas de vivir. Pero no me voy a morir cuando yo quiera, para quitarse la vida se necesita tener suficiente valor y a mí me falta; lo tengo para vivir y para seguir enfrentando tanta pendejada, pero no para morir. Así que mientras se me llega la hora, creo que es tiempo de contar algunas cosas, interesantes, curiosas, inexplicables algunas, que me ha tocado presenciar en la vida; otras no tanto pero relacionadas con la gente que me ha rodeado, así como algunas reflexiones acerca de ideas y conceptos (¿es lo mismo?, si es lo mismo lo siento) que escucho desde que era pequeño, o que se me han ido ocurriendo ya adulto y viejo. Por ejemplo, ¿por qué para todo dice la mayoría de la gente “si Dios quiere”?, o “sólo Dios” cuando le pregunto a alguien si cree que algún día la ciencia va a poder evitar la muerte: “Nooo… eso sólo Dios” me han contestado casi todas las personas a quienes se lo he planteado. Yo creo lo contrario, que sí.

   Creo también que así como el hombre (o la mujer, el ser humano pues) ha logrado transportar en forma instantánea primero el sonido a través de la radio, y luego la imagen y el sonido juntos a través de la televisión, el internet y la telefonía celular; podrá algún día transportar la materia en forma instantánea también, teletransportarse pues, desaparecer aquí y aparecer al momento en otro lugar distante. Por supuesto me dirán que estoy loco, pero lo mismo decían de Galileo cuando aseguraba que la tierra era redonda, y lo mismo dicen de todos aquellos que se cuestionan todo, como un servidor, porque yo estoy seguro de que los seres humanos no somos los únicos en el universo. Y aún más, estoy seguro de que en algún lugar del universo debe haber algo mejor que los seres humanos.

   Empezaré por contarles de la vez que el tesoro que buscábamos, del que le habló el difunto Chito León a mi prima Socorro, se nos convirtió en arena de río, en una arena fina, amarilla, de la que no había en la región porque ni un río existe por aquel rumbo. Esto supuestamente porque el dinero enterrado que buscábamos no era para nosotros, especialmente para el ambicioso de mi compadre. Les platicaré también de la vez que la difunta Doña Chinda se le apareció a mi papá, cómo fue que éste le mentó la madre para ahuyentarla y por eso seguimos pobres. Igual del espíritu de la nana de una monja, mi vecina, que se llamaba Nina (la difunta), de cómo me asustó durante mucho tiempo hasta que la correteamos. Del caso espectacular de mi abuelo Rito, que era tan malo que aún después de muerto quería con su nuera, por eso en lugar de Don Rito González le decimos a veces Don Rito Satánico, porque creemos que se le metió el Maligno poco antes de morir, y aún después siguió dando lata, le diré cómo fue expulsado su espíritu del cuerpo de la mujer de mi tío.


   Por supuesto dirán muchos de quienes me lean que es pura fantasía o que estoy loco de remate, pero puedo jurar que es cierto lo que voy a contar, sobre eso y sobre muchas otras cosas más. Si me alcanza la vida… 

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