La Providencia


Por el padre Miguel Ángel
padre.miguel.angel@hotmail.com

Un sacerdote preparaba un sermón sobre la Providencia. De pronto oyó una explosión, y vio cómo la gente corría enloquecida, y supo que había reventado la presa, que el río se había desbordado y que evacuaban y que el agua había alcanzado ya la calle en que vivía y tuvo cierta dificultad en no dejarse dominar por el pánico. 

Pero consiguió decirse a sí mismo: ¨Aquí estoy yo, preparando un sermón sobre la Providencia y se me ofrece la oportunidad de practicar lo que predico. No debo huir como los demás, sino quedarme aquí y confiar en que la providencia de Dios me ha de salvar. Cuando el agua llegaba ya a la altura de su ventana, pasó por allí una lancha llena de gente: ¨Suba, Padre¨, le gritaron: ¨No, hijos míos¨, respondió el sacerdote lleno de confianza, ¨yo confío en que me salve la providencia de Dios¨. 

El sacerdote subió al tejado y, cuando el agua llegó hasta allí, pasó otra lancha que volvió a insistirle en que subiera, pero él volvió a negarse. Entonces se subió a lo alto del campanario, y cuando el agua le llegaba ya a las rodillas, llegó un helicóptero y ofreció llevarlo. ¨Muchas gracias¨, contestó el sacerdote sonriendo tranquilamente, ¨pero yo confío en que Dios en su infinita providencia me salvará¨. 

Cuando el sacerdote se ahogó y fue al cielo, lo primero que hizo fue reclamarle a Dios: ¨Yo confiaba en ti. ¿Por qué no hiciste nada para salvarme?¨ ¨Bueno¨, le contestó Dios, ¨la verdad es que te mandé dos lanchas y un helicóptero…”

Podemos fácilmente caer en el error de pensar que la providencia de Dios consiste en cruzarnos de brazos diciéndole a nuestro Señor que El se encargue de todo, porque nosotros no hacemos nada, pero lo cierto es que debemos poner lo que está de nuestra parte como en las bodas de Caná, en cuales Jesucristo hizo el milagro, pero les pidió que primero llevaran agua. 

Así nosotros debemos poner siempre todo lo que está de nuestra parte.

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