Padre Miguel Ángel Pérez Magaña
Un niño le contaba a su abuelita que todo iba mal: tenía problemas en la escuela, no se llevaba bien con la familia, y con frecuencia tenía enfermedades. Entretanto su abuela confeccionaba un pastel.
Después de escucharlo la abuelita le dice:
-¿Quieres una merienda?
A lo cual el niño le contesta:
-¡Claro que sí!
-Toma, aquí tienes un poco de aceite para cocinar.
-¡Puaf! -dice el niño, con un gesto de asco.
-Entonces, ¿Qué te parecen un par de huevos crudos?
-Arrr ¡Abuela! ¡No me gustan los huevos crudos!
-Entonces ¿prefieres un poco de harina de trigo, o tal vez un poco de levadura?
-Abuela ¿te has vuelto loca?, ¡todo eso sabe horrible!
Con una mirada bondadosa, la abuela le responde:
-Sí, todas esas cosas saben horrible, cada una aparte de las otras, pero si las pones juntas en la forma adecuada haces un deliciosa pastel.
Dios trabaja de la misma forma, muchas veces nos preguntamos por qué nos permite andar caminos y afrontar situaciones tan difíciles. ¡Pero cuando Dios pone esas cosas en su orden divino, todo obra para bien!
Solamente tenemos que confiar en Él y a la larga veremos que Dios hace algo maravilloso. El Señor Jesús nunca prometió a sus seguidores y discípulos un camino de rosas, ni prometió grandes cosas, sino su presencia siempre, en toda nuestra vida y situaciones, renovemos hoy nuestra confianza en su poder y su inagotable amor.
Dice la Biblia que todo sirve para el bien de los que aman a Dios.
Cuando en la vida tenemos penas, contrariedades y problemas que parecen muy difíciles de solucionar, no nos olvidemos de que Dios no se equivoca, y si permite algo que nos parece muy penoso hay que aceptarlo con fe, sabiendo que nos va a ayudar para nuestra salvación.
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