Por Gustavo González Godina
Me contaron hace tiempo una vieja historia. Quien lo hizo la escuchó a su vez de un diplomático chileno, a quien le constaba, dijo, que así ocurrieron las cosas. Según tal historia, durante el gobierno de Salvador Allende en Chile, a principios de 1972 el Arzobispo de Valparaíso mandó llamar -en algunos casos- o invitó -en otros- a varios personajes importantes de la sociedad chilena, como a la cúpula empresarial, al dirigente sindical de los transportistas, al embajador de Estados Unidos, a un mando militar de alto rango, y a algunos otros que no detalló el narrador de la historia.
A cada uno le mandó a decir que quería platicar con él, sin decirle que en realidad se trataba de una reunión con otros personajes, de lo cual se enteraron todos hasta que llegaron a la cita. Una vez reunidos y extrañados de tal situación, el jerarca eclesiástico se disculpó con ellos por no haberles informado antes, pero se justificó diciendo que si lo hubiera hecho, más de alguno no habría asistido a la cita.
Ya reunidos, les comunicó el motivo de la invitación. Quería explicarles y darles detalles acerca de lo que le esperaba al país, a Chile, con Salvador Allende en la Presidencia, quien conduciría al país a una dictadura comunista, dado que ya había dado algunos pasos en ese sentido y comenzaba a dar otros, empezaba a arruinar la economía (en ese año ésta no crecería sino que decrecería en un 1.21%, en 1973 la contracción sería de 5.57%; se recurrió a la impresión de billetes sin respaldo, para financiar el gasto público y los subsidios, lo que propició un aumento del dinero circulante del 173% en 1972 y del 413% en 1973, provocando una inflación del 225% en el 72 y hasta del 607% en el 73); había ocurrido ya la expropiación de algunas empresas, la primera relacionada con la producción de cobre, luego la expropiación de tierras y la toma violenta de otras por parte de milicianos de la Unidad Popular, más un largo etcétera.
Les dijo también que Él nada podía hacer al respecto porque sólo era un pastor de las almas, pero que ellos sí, si querían podrían hacer muchas cosas, lo que consideraran necesario para rescatar a Chile de una dictadura comunista que después lamentarían. Tras decirles esto se despidió de ellos dándoles su bendición y dejándolos solos en el salón donde estaban reunidos. Ahí siguieron por espacio de un par de horas, por lo menos, discutiendo acerca de lo que les había dicho el arzobispo y proponiendo algunas medidas, el único que no hablaba, sólo escuchaba, era el militar de alto rango ahí presente.
Después de esa reunión empezaron a ocurrir cosas como un boicot a una gran transnacional que apoyaba a Salvador Allende, como un paro nacional de transportistas que provocó desabasto en todo el país, como la inquietud en las fuerzas armadas, especialmente en la Marina donde ya se proponía llevar a cabo un golpe de estado, idea con la que simpatizaron los altos mandos de la Fuerza Aérea pero no el Ejército, al mando éste del general Carlos Prats, a quien Allende había invitado como Ministro del Interior (equivalente a la Secretaría de Gobernación en México), el segundo al mando era el general Augusto Pinochet, quien mucho tiempo después se sabría que era aquel militar de alto rango que no hablaba y sólo escuchaba en aquella reunión.
Lo demás es historia de todos conocida, la previa polarización entre los amigos de Salvador Allende y el resto del pueblo distribuido en diferentes partidos y hasta sin partido, los enfrentamientos callejeros, la intervención de la CIA que financiaba a los grandes medios de comunicación, y finalmente el golpe de estado el 11 de septiembre de 1973, el bombardeo del Palacio de la Moneda, el suicidio de Salvador Allende y el establecimiento de una Junta Militar encabezada por los jefes del Ejército (Prats había renunciado y el jefe era ya Pinochet), la Marina, la Fuerza Aérea y los Carabineros. El régimen militar gobernó a Chile por 17 años, pero al parecer todo empezó con aquella reunión a la que convocó el arzobispo.
De esta historia me acordé hace seis meses, cuando con motivo de la muy reciente renuncia “voluntaria” de Evo Morales a la presidencia de Bolivia, vimos entonces muchas imágenes relacionadas con ésta, entre otras una que me llamó mucho la atención, en la que se veía a un grupo numeroso de militares arrodillados y rezando. “Esto -la renuncia de Morales- fue sin duda obra de la iglesia, o de las iglesias, evangélicas y católica” -fue lo primero que pensé-, las que seguramente influyeron en los militares para que estos le exigieran la renuncia a Evo, que era el nuevo financiero de los partidos y gobiernos revolucionarios de izquierda en América Latina (Cuba, Argentina, Nicaragua y México) con dinero de la venta de la cocaína, luego de que a Venezuela se le acabaran el dinero y el petróleo.
Y lo volví a recordar en días pasados, al enterarme de que un grupo de manifestantes, entre anarquistas y mujeres hembristas (que no es lo mismo que feministas), vestidos de negro y con la cara cubierta, causaron destrozos en el templo conocido como El Beaterio en la ciudad de Xalapa, la capital de Veracruz, y en la Catedral; pintaron consignas y rompieron la puerta del primero, además de tumbarle los brazos y la cabeza a una imagen de la Virgen María, y de causar daños en algunos comercios del centro de la ciudad: Todo esto, según ellos, para exigir que cese la represión policíaca.
Luego de ello, hace sólo unos días, el arzobispo de Xalapa Hipólito Reyes Larios, llamándolos por su nombre (no se anduvo por las ramas pues) dijo que el gobernador Cuitláhuac García, el secretario de Gobierno Erick Cisneros, y el alcalde de la capital Hipólito Rodríguez (todos de MORENA), no están cumpliendo con la función para la que fueron elegidos por el pueblo, que no están garantizando el cumplimiento de la ley y el orden, y que más bien parecen cómplices de los vándalos.
Y no terminó ahí todo, el domingo pasado la Arquidiócesis de Xalapa (la iglesia católica pues), lamentó que en aquella ciudad impere la ley de la selva, luego de que un día antes por la madrugada, un grupo de vándalos destrozaron una imagen de la Virgen de Guadalupe que estaba en una ermita frente al Cuartel San José de la Policía. “Se trata de personas -dijo- que no dan la cara y que tienen una aversión contra la iglesia o contra las imágenes, y muchos de nosotros tenemos que decir las cosas claras, y eso no es agradable para muchos”, para el gobernador y el alcalde, de Morena, se entiende.
También la Arquidiócesis de México reaccionó ya contra el vandalismo tolerado por el gobierno de Morena, pero con la de Xalapa ya sacaron boleto y en serio. Creen que al gozar de impunidad van a poder hacer siempre lo que quieren, no se detienen a pensar que la iglesia católica es aún una fuerza en México, Si los curas lograron sacar al PRI de Los Pinos en el año 2000, otro tanto pueden hacer con Morena del Congreso en 2021 y con López Obrador en el 2022, éste se ha metido ya con todos los gremios, organizaciones y sectores de todo el país, a todo mundo ha insultado y ofendido, a donde quiera que va se la hacen de jamón, ya no es aquél pueblo “güeno” que lo llevó al poder, ya no lo quiere (salvo algunos fanáticos) la mayoría, ¿y ahora los suyos se meten también con la iglesia?
“Con la iglesia hemos topado, Sancho” le dijo (más o menos, en realidad dijo “dado”) a su escudero Sancho Panza. Lo mismo le debería decir ahora Andrés Manuel a Marcelo, pero ni por enterado se da, Él tiene otros datos. De lo que sí se enteró fue de lo que dijo Lorenzo Córdova, del INE, que él (López) no tiene vela en este entierro (de las elecciones en 2021. Y están enojadísimos los amlovers, que juran y perjuran que van a sacar a Córdova del Instituto Nacional Electoral, insultan, ofenden, braman, ladran, berrean, señal de que, ahora sí, con la iglesia se han topado. Ya la ven venir, la derrota en el 2021, y ya se están quejando de que va a haber fraude. Si gano, fue legal; si pierdo, hubo fraude. Qué a toda madre…
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