Por Georgina González
Dicen que cuando veas a tu enemigo hacer las cosas mal, no lo distraigas. Esta es una historia de una mujer horrible que acompaña a un señor que no se ha cansado de perder.
Andrés López buscó la presidencia desde 2006 y la perdió. Hizo un berrinche monumental y se autodeclaró “presidente legítimo”. Volvió a competir por la presidencia en 2012, volvió a perder. Regresó a la contienda electoral en 2018 y ¡sorpresa! Ganó. Y así, ese 1° de julio de 2018 se convirtió en la única fecha en que realmente ha ganado algo, porque de ahí en adelante todo ha sido perder.
El 1° de julio se convirtió en La Fecha para Andrés López, su único triunfo, lo único celebrable en una vida de polarización, viejos dogmas y fracasos. Es su Navidad, había que festejarlo por todo lo alto. ¿Qué hacer? La abnegada Beatriz, esposa sumisa de Andrés López, brava ante los de abajo, altanera con los de al lado, pero dócil con los arriba, la que lo apoya en todo, la que recula cada vez que su horrible marido la regaña, la que pone sus cuentas personales con candado o sin candado, según su humor, como si ninguno de sus 529 mil seguidores pudiera publicar un screen de lo que escribe “en secreto”, inició la mañana del 1° de julio de 2020 con un tuit jubiloso: “Hace dos años los ciudadanos -que somos los verdaderos guardianes de la democracia- logramos lo impensable: elecciones realmente democráticas. #1Julio”. Andrés López debió estar muy contento y orgulloso.
Pero, ¡qué mal!, el país está tan devastado en este sexenio que nadie festeja con Andrés y su sumisa esposa, y más aún, celebrar con ellos se ha convertido en una señal de alerta: si festejas con el gobierno federal, es por ingenuidad o por interés (en cualquier caso es lamentable). Y bueno, de entre los 31.4 millones de tuiteros mexicanos (dato de INEGI- El Universal) que navegan, alguno se atrevió a responderle respetuosamente a Beatriz con un cuestionamiento: ¿cuándo va a atender personalmente a los padres de niños con cáncer?
¡Uy! ¡Alarma! ¿Cómo es que alguien no está celebrando? En su mundo cuatrotero donde todo es felicidad, Beatriz debe haberse puesto de mal humor muy rápido (después de todo eran las 7:30 de la mañana) y respondió enojada, harta, hastiada de ser siempre el blanco de los malvados opositores, cansada de los señalamientos de su inactividad por problemas que no tienen nada qué ver con ella, como los niños con cáncer (el cáncer es inevitable, ¿ok?, ¿qué puede hacer ella?) cosas que no puede ni quiere ni le interesa resolver porque, vamos, ella es sólo una mujer sencilla que convenció a su marido de vivir en un palacio.
“No soy médico, a lo mejor usted sí. Ande, ayúdelos.”, escribió Beatriz, Y ya. Creyó zanjado el asunto. Después de todo el pueblo está con ellos y todos tendrían que estarle aplaudiendo su ingeniosa respuesta.
“Ande, ayúdelos”. No se había visto tanto desprecio desde que una de las actrices del dúo cómico Las Lavanderas le quitó el marido a la otra, que por cierto, falleció por cáncer. Maldito cáncer. “Ande, ayúdelos”, porque Beatriz obviamente no puede, ella está muy ocupada, estaba celebrando, ¿entienden? Era un día feliz, aguafiestas. ¿Qué no?
Pues no. La historia todos la conocemos. Beatriz (¿Featriz?) recibió una tormenta de críticas, pues resulta que de los 31.4 millones de tuiteros en México, una cantidad indeterminada pero ruidosa le reclamó su falta de empatía, su soberbia, su ceguera, su mala leche, su increíble audacia y supina ignorancia sobre un tema tan sensible y que, sobre todo, el gobierno federal es tan culpable: niños muriendo de cáncer por desabasto de medicamentos.
Beatriz, la de ascendencia alemana, la inteligente, intelectual, estudiosa, estudiada y sensible rubia, la mujer “bonita” del presidente Andrés, reveló, de nuevo, su verdadero rostro: Beatriz es fea por dentro y por fuera. Egoísta, encerrada en una burbuja palaciega literal y metafórica. No le importan los niños, a menos que sea el suyo. No le importan los padres, excepto el de su hijo. Tampoco le importan los pobres si no se dejan manipular. A Beatriz no le interesa nadie más que ella misma: ella sólo quiere cantar, recitar poemas, escribir obviedades cursis y usar vestidos largos de corte princesa mientras se pasea por su gran palacio.
“Cállese, mujer horrible”, le dijeron muchos. Efectivamente, Beatriz es una mujer horrible. Y le dijeron muchas cosas más, pero lo interesante, y nunca sabremos, es qué le dijo su marido, el señor López, que suele ponerse furioso y golpear mesas cuando las cosas no salen bien. ¿Cómo habrá reaccionado Andrés? La incondicional Beatriz le echó a perder el festejo de su Navidad, del único día del año en que tiene algo que celebrar, del único triunfo de su radical vida. ¿Qué le diría Andrés?
Después de su desafortunado tuit de las 7:30 de la mañana, tres horas pasaron hasta que Beatriz se dio cuenta del error, o se lo dijeron, no sabemos, e hizo las dos cosas que nunca deben hacerse cuando uno se equivoca en redes sociales: poner candado a su cuenta y borrar la respuesta (y no se debe hacer porque es inútil y demuestra desesperación). Y después, los afortunados 529 mil seguidores de Beatriz La Horrible pudieron leer su disculpa-no disculpa, digna de una primera-no primera dama: “Están muy inquisidores los adversarios de mi esposo, ¡por algo será! Si mi expresión «No soy médico» ofendió a alguien, ofrezco disculpas. En cuanto a mí, sólo expresarles que soy profundamente humana y deseo el bien a todos, ahora y siempre.”
Analicemos:
Esto es una disculpa-no disculpa que retrata de cuerpo entero a Beatriz La Horrible: “inquisidores, adversarios”, ve a todos en blanco o negro, servidores u opositores; “mi esposo”, la pobre mujer no puede ella sola, aunque ella sola fue la que se metió en este brete, sabe muy bien que sola vale absolutamente nada; “si mi expresión... ofendió a alguien, ofrezco disculpas”, ella no siente haberlo hecho mal, si alguien más lo percibe así, pues qué feo, una disculpa, oiga, si no, pues no; “en cuanto a mí”, ¡hombre!, es que todo tiene que tratarse de ella, faltaba más; “soy profundamente humana y deseo el bien a todos”, es el “bendiciones” pasivo-agresivo de las personas derrotadas, pero altaneras. Beatriz La Horrible está derrotada moralmente.
Pero con esa disculpa y $9.50 pesos puede uno subirse a un camión y llegar del hospital regional al centro de Tepa. La tarde de ese 1° de julio de 2020 el señor Andrés no pudo celebrar, por más que lo intentó: el desliz de su esposa dominó la conversación en redes sociales y su informe-festejo, que no pudo ser una kermesse en el zócalo por la pandemia, se convirtió en una puesta en escena oscura, triste y solitaria, con una silla vacía al frente y un hombre pequeño que habló de quien sabe qué tiempos felices, cuando todos lo querían y 30 millones de ingenuos votaron por un cambio. Un monólogo teatral ante sillas igualmente vacías en un palacio que el matrimonio Horrible convirtió en suyo, porque eso es lo que merece la gente Horrible, una enorme caja de arena, una gran burbuja donde hablen solos hasta que la realidad los saque de ahí, quizá serenamente, quizá a patadas. Sólo el tiempo va a decírnoslo.
...
0 Comentarios