Primer Cardenal Mexicano

Por el padre Miguel Ángel


El que llegaría a ser el primer cardenal mexicano, nació el 30 de enero de 1889 en la ciudad de Guadalajara y dos días más tarde fue bautizado en el sagrario metropolitano, José Garibi Rivera.


Sus padres, don Miguel Garibi y doña Joaquina Rivera, de hacendada religiosidad, tuvieron tres hijos: Juan Manuel, Carmen y José Mariano, nuestro biografiado. El papá falleció cuando el pequeño tenía cuatro años de edad. La madre se hizo cargo de la familia con gran valor cristiano.


El 18 de octubre de 1900, cuando tenía solo once años de edad, ingresó al Seminario Conciliar de Guadalajara para cursar estudios superiores y prepararse para el sacerdocio, donde pronto destacó por su inteligencia y piedad.


El 25 de febrero del año de 1912 fue ordenado sacerdote por el entonces arzobispo de Guadalajara, don José de Jesús Ortiz. Entre sus compañeros de ordenación estaban José María Robles y Sabás Reyes, que más tarde formaría parte del glorioso grupo de mártires mexicano beatificado por el Papa Juan Pablo II. Celebró su primera misa solemne el 19 de marzo de 1912 en el templo de San José de Gracia.


Durante su estancia en Totatiche, estuvo a punto de perder la vida cuando, al cruzar un arroyo crecido, resbaló su cabalgadura y fue arrestado por las caudalosas aguas, de donde lo salvaron Zenón Jara, seminarista que lo acompañaba y un campesino del lugar.


Como la persecución religiosa arreciaba, tanto el padre José Mariano como el Arzobispo Orozco y Jiménez tuvieron que esconderse y celebrar la misa o impartir los sacramentos en casas de familias que se arriesgaban al darles esta facilidad.


El 7 de mayo de 1930 tuvo lugar su consagración episcopal en la catedral tapatía. Fungió como consagrante monseñor Orozco y Jiménez. El acto se desarrolló en presencia de varios obispos sacerdotes y gran número de fieles.


A partir de entonces el señor Garibi fue el brazo derecho de monseñor Orozco en la labor pastoral, el prelado confiaba cien por ciento en su obispo auxiliar. Tras dieciocho días de agonía monseñor Orozco falleció el 18 de febrero de 1936. El señor Garibi, al saber la gravedad del prelado, interrumpió la visita pastoral que estaba realizando al sur de la arquidiócesis y regresó inmediatamente a Guadalajara al lado del Pastor, del que no se separó ya más sino por breves momentos. Poco antes de morir, monseñor Orozco bendijo y agradeció a su fiel coadjutor y luego pedido monseñor Garibi. Como las autoridades locales prohibieron arbitrariamente que se le velara en catedral, como correspondía, el señor Garibi se dirigió telegráficamente a la Secretaría de Gobernación en México para que interviniera en el asunto. El permiso fue concedido hasta el día 20 teniendo lugar el funeral el 22.


De inmediato asumió las labores pastorales el señor arzobispo Garibi, nombrando canónigos, realizando visitas pastorales, ordenando sacerdotes y hasta consagrando obispos.


Uno de los mayores empeños de monseñor Garibi fue continuar la construcción del templo Expiatorio, que por razón de la persecución religiosa no había podido avanzar. La empresa era loable pero ardua. A ella dedicó todo el tiempo y recursos que pudo allegar. Este templo tiene un gran significado para Guadalajara, pues representa la victoria de la fe y la alabanza al Santísimo Sacramento. El señor Garibi no alcanzó a verlo terminado.


En 1958 fue convocado a Roma con motivo de las reuniones del CELAM que se celebrarían del 11 al 14 de noviembre. Fue el nuevo Papa Juan XXIII quien el 12 de noviembre firmó el decreto en que elevaba a cardenal a monseñor Garibi junto con otros veintidós prelados.


Cuando monseñor Garibi le manifestó preocupado al Papa que él no era para eso, Juan XXIII le dijó: "Tampoco yo, y aquí estoy" por lo que no le quedó más remedio que aceptar el honor de ser el primer cardenal mexicano. El 18 de diciembre, en solemne ceremonia, el mismo Papa le impuso el capelo cardenalicio y le indicó que su iglesia titular sería la de San Onofre.


Once días más tarde el cardenal Garibi llegó a Guadalajara y una multitud de fieles lo aclamó lleno de júbilo y gratitud. En todas las diócesis de México por donde iba pasando se organizaron festejos, pues el pueblo sentía como propio el honor recibido por el cardenal Garibi.


En 1962 celebró su jubileo sacerdotal con gran regocijo de toda su grey; al homenaje asisitieron varios prelados de la república. El año siguiente falleció Juan XXIII y el cardenal Garibi viajó de nuevo a Roma, esta vez para asistir a la elección del nuevo Papa, que recayó en el cardenal Montini, luego Pablo VI, que había sido elevado junto con él al cardenalato. Por cierto que durante el cónclave le tocó quedar en una celda que se comunicaba con la del cardenal Montini, por eso después decía que "por poquito le tocaba ser Papa". Como Cardenal también participo en las sesiones del Concilio Vaticano II.


En 1967 cumplió setenta y cinco años y, según la disposición pontificia, presentó su renuncia al gobierno de la arquidiócesis, pero el Papa no se la aceptó sino hasta casi dos años después.


El cardenal Garibi falleció el 27 de mayo de 1972, víctima de edema pulmonar e insuficiencia cardiaca. En su agonía le asistió su arzobispo coadjuntor, monseñor Francisco Javier Nuño. Con el rosario en una mano y el crucifijo en la otra, entregó el alma suplicando a Cristo que le ayudara en su tránsito. A su funeral, efectuado tres días más tarde, asistieron numerosos prelados mexicanos y el obispo de los Ángeles, California. Sus restos descansan en la cripta que está bajo el altar mayor de la catedral metropolitana de Guadalajara.

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