Tepatitlán en el Tiempo

Las canelas y el menudo

Por Juan Flores García

Un señor que se fue a Estados Unidos allá por el año de 1945 y que no tenía tiempo de venir a su tierra desde entonces, regresó después de tantos años y encontró a su pueblito convertido en una gran ciudad. Dejó un pueblito "rabón", feo, sin vida. Se fue a ganar dólares para hacerse rico, pero dice: -"No me hice rico; me la pasé nomás viviendo". ¿Cómo ven? Cuando regresa a Tepa querido, no encontró a ningún pariente porque fue huérfano, y sólo tenía dos hermanos, un hombre y una mujer, que hace muchos años fallecieron.
Es increíble que persona alguna olvide a su tierra por tantos años. Al encontrarnos y reconocernos, hace preguntas: tantas que nos lleva tiempo contestarlas. El esperaba encontrar a Tepa como cuando se fue. Tenía como oficio de panadero. Juntos recordamos cuando las personas vendían canela allá atrás de los portales, frente a la bonetería la Mariposa, cuando se madrugaba para ir a misa primera y luego al trabajo. Hacemos memoria y mencionamos a doña Celedonia, mamá de Juan "el Chote", que en aquellos braseros con carbón encendido ponía su olla de barro con la canela caliente.
A María Romero, doña Leandra; a Cruz, hermana de Celedonia, a Cecilia; a doña María de Jesús; a "la Perinola" Herculano y Zacarías, todos ellos contaban con abundante clientela. También en otros lugares estaban doña Luz y María Santoyo. Así a lo largo de esa angosta calle que tanto hemos mencionado, estuvieron ellos con sus rústicos enseres; su brasero; la olla, los jarros, la silla bajita de asiento de tule en donde se sentaban y los bancos de madera para la clientela que consumía esas sabrosas canelas.
Ocuparon ese lugar también por muchos años, las amables señores que nos vendían el sabroso menudo. Ese plato de menudo que nos servía doña Ramona, doña Exiquia, doña Pola, Consuelo, Chana y doña Olivia después. De esto y tantas cosas más que ya hemos mencionado a lo largo del camino del recuerdo nos pasamos, este antiguo amigo que regresa después de medio siglo, y su servidor a conocer a nuestro a nuestro amado Tepa que él dejó. Tanta gente nuestra que por muchas razones está fuera, allá en el país de los dólares, ojalá que regresen a su tierra. A todos ellos amigos, les enviamos un fuerte abrazo, sobre todo a algunas amables personas que han enviado a su servidor sus atentas líneas para felicitarme por estos sencillos relatos. Gracias a todos por esta atención que no merezco porque son ustedes, quienes han dado vida a estos escritos ocupándose en leerlos, no hubiera sido posible estar todavía recibiendo su atención. ¡Bienvenido sea nuestro amigo que regresa a su olvidada tierra!, no a recoger sus pasos como él dice, sino a vivir hasta que Dios se acuerde de nosotros. Qué bueno que nos acordamos de toda esta amable gente que en su tiempo nos deleitó con sus calientes canelas y su sabroso menudo, que sin lugar a duda no lo tendremos ya. Este último lo seguimos consumiendo, pero nos da sabor a nuevo y los que tuvimos la suerte de tomar y comer de aquello, notamos con nostalgia la diferencia, pero así fue Tepa en el tiempo.

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