Siete Días: Tiempo perdido



Tiempo perdido

Nunca me han gustado las manifestaciones. Ni participar ni mucho menos encontrarme con una que me retrase el tiempo del que dispongo. Las dos cosas me han pasado: la primera, cuando estudiaba en la universidad y los profesores nos mandaron a protestar en contra del alza al precio del transporte público; y la segunda, esta semana, cuando intenté cruzar Guadalajara y perdí dos horas por culpa de los manifestantes contra la reforma a las pensiones del ISSSTE.

En el primer caso, hace ya casi diez años, los maestros de la Universidad de Guadalajara nos dijeron que fuéramos a “apoyar” una protesta ya ni me acuerdo exactamente por qué. Además de que los camioneros querían aumentar el costo del pasaje, como lo han intentado cada año, a los estudiantes no nos querían aceptar los “transvales”, los boletitos que comprábamos, me parece que a mitad de precio, en las recaudadoras para pagar en los camiones. Como en ese entonces trabajaba medio tiempo y me había quedado la tarde libre porque las clases se suspendieron para “facilitar la protesta”, fui junto con mis compañeros, pero la tal protesta era como una suerte de recreo gigante en el centro de Guadalajara para los estudiantes, que se la pasaron (nos la pasamos) jugando, platicando, gritando “¡arriba Cuca!” (el grupo de rock) en lugar de las consignas que nos habían sugerido y perdiendo el tiempo en general, además de darles en la torre a miles de personas, automovilistas y peatones, que con justa razón nos la mentaron por haberles hecho perder su tiempo.

Este martes me tocó estar del otro lado de la cerca. Arriba de un camión de pasajeros mi hermana y yo tratamos de ir de la Central Nueva a la Normal, pero al llegar al centro, el autobús se quedó, primero, detenido más de 30 minutos en la avenida Revolución, casi esquina con 16 de Septiembre; y cuando logró avanzar por fin, lo hizo a vuelta de rueda y de plano se desvió para tomar una ruta alterna. Sobra decir que nunca llegamos a la Normal. Tuvimos que bajarnos muy lejos de donde debíamos haber llegado y buscar nuestra propia ruta alterna, trinando de coraje. Los demás pasajeros también estaban molestos; algunos, por venir de otras ciudades, ni siquiera sabían de qué otra manera llegar a su destino si no era por la ruta que ya se sabían y que estaba invadida de manifestantes. Por el radio nos enteramos que eran como mil personas mas o menos las que habían salido a protestar por un carril de la avenida Alcalde, pero a la hora en que coincidentemente nosotros llegamos al centro, más o menos a las 6 o 7 de la tarde, decidieron alegremente ocupar toda la avenida y que se jodan los demás, provocando un caos de tráfico que nos afectó a todos. Nosotras llegamos muy tarde a nuestro destino, otros perdieron citas importantes. Y todo por mil personas. Y todo por un asunto que no tiene nada que ver con nosotros, a los que nos hacen perder el tiempo, y casi podría asegurar que ni con los que protestaban, si es que los mandaron como nos mandaban a nosotros en la prepa y la universidad. Y todo porque en este país estamos acostumbrados a que cada quien hace lo que se le pega su gana y les vale si se afecta a los demás o no. Y todo porque queremos que todo nos lo dé el gobierno y cuando no lo da, lo exigimos a la brava. Cuando me mandaron a marchar en la universidad, ya lo dije, estaba estudiando y a la hora de la protesta no tenía nada mejor que hacer. ¿Será que las personas adultas que se lanzan a protestar por cualquier cosa tampoco tienen nada mejor que hacer?

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