El sobrinosaurio azul y verde

Por Georgina González Ontiveros
Desde ESPNdeportes.com


Esta semana nació mi sobrino, el hijo de Gustavo y Flavia, que aquí escriben. De cariño yo le digo sobrinosaurio. En mi familia, la familia del padre, nace un bebé muy de vez en cuando y éste es el primer niño después de 33 años y cinco mujeres, entre hijas y nietas (me incluyo). En la familia de la madre es el primer nieto. Sus cuatro abuelos, sus cuatro tías (tres paternas, una materna) y su prima estamos felices. Nuestro nuevo bebé tiene además una particularidad: su padre es mexicano y su madre es argentina.

Su padre es tapatío; su madre es cordobesa. Él le va a las Chivas y ella al River. A su padre le cae gordo el América y su madre dice que los jugadores de Boca son unos "pechos fríos". El orgulloso papá está resignado a que México nunca hace gran cosa en los mundiales y su cansada mamá ha festejado demasiadas victorias con la selección albiceleste.

También, al padre le gusta ver jugar al Tri pero puede perderse un partido tranquilamente, excepto los del Mundial, que no los perdona; a la madre no se le olvida un solo juego de Argentina y si no lo pasan en la tele, lo busca en el radio por internet o escucha a su hermana narrárselo a través de la webcam desde Córdoba, mientras extraña el alboroto que se arma en su país cada vez que anotan porque en México, dice, somos demasiado tranquilos.

Lo que el padre no deja de ver nunca es un partido de las Chivas y si no puede verlo, nos manda un mensaje preguntando cómo les fue. Cuando la madre criticó al Guadalajara porque le metieron un gol, el padre le advirtió que si seguía burlándose Argentina perdería contra Brasil en los pasados Olímpicos. Entonces ella se quedó callada no porque amara mucho a su marido, sino porque no quería que su selección perdiera.

Ahora tienen un hijo. La familia de su mamá, que vive toda en Argentina (saludos Estela, César y Sandra), armaron una quiniela para atinarle al día del nacimiento de mi sobrino pero todos le fallaron por dos días. Yo les sugiero otros temas sobre qué apostar: ¿A quién le va a ir ese niño cuando sea más grande? ¿A las Chivas, como la mayoría de nuestra despistada parentela? ¿Al Atlas, como yo? ¿A los Tecos, como su abuelo? ¿Al River, como su madre? ¿Al Boca, por rebelde? ¿Y a quién de las estrellas actuales que serán clásicos en el futuro va a admirar? ¿A Memo Ochoa? ¿A Messi? ¿A qué jugador de su generación querrá parecerse? ¿Al nieto de Maradona? Cuando juegue México contra Argentina ¿a quién le va a cantar las porras?

Imagínense que se convierta en jugador profesional con doble nacionalidad y que sea tan bueno cómo para ser llamado a una selección. ¿A cuál se irá, al Tri o a Argentina? Si elige México, ¿lo señalarán como un extranjero, igual que a Lucas Ayala? Si elige Argentina, ¿lo criticarán por ser mitad mexicano? ¿Con qué pasaporte viajará? ¿Eso será más importante que su juego?

Yo me conformo con que le guste el fútbol tanto como para disfrutar los partidos y las ligas, pero no demasiado como para enfurecerse cuando su equipo favorito pierda. Espero que le vaya a México y que su mamá lo anime a aplaudirle a Argentina. Que tenga dos banderas y dos playeras, que no le vaya a las Chivas, sino al Atlas, que vaya muchas veces al estadio, que juegue cascaritas con sus papás y sus vecinos o sus amigos de la escuela... Le deseo que sea un niño feliz.

¡Felicidades papás!

Publicar un comentario

0 Comentarios