Un viaje relámpago

Por Juan Flores García

Que voy, que no, que me quedo aquí. Había esta indecisión de los jóvenes que, amigos de palomilla, acordamos un buen día que se nos antojó aventarnos a viajar en tren, cosa que para eso, desde luego, como nunca ha habido aquí y con el deseo de cambiar de aires, se nos ocurría de todo.

Esta vez un grupo de cinco jóvenes, planeamos dar un viaje por tren. ¿Pero, a dónde? Pensando en un pueblo no lejano de Tepa. El tren que va a México y sale de Guadalajara, pasa por algunos lugares de importancia como Ocotlán, La Barca, Yurécuaro, lugares que no conocíamos más que de hablada.

Como no andábamos sobrados de pesos, pues nos pusimos a hacer cuentas: Cuatro pesos ida y vuelta a Guadalajara, tres pesos de Guadalajara a Ocotlán ida y regreso, luego para comer por lo menos un peso, todo esto por cada uno. ¡No, pos estaba pesado el paquete! porque todo el gasto serían ocho pesos y ni modo de rebajar, a menos que hiciéramos día de campo sin comer. En eso estábamos los cinco cuando aparece un personaje que gozó de buen dinero en la bolsa y de buen vestir, porque siempre andaba de tacuche (traje) y nos preguntó que planeábamos. ¡Ándale que nos cayó como anillo al dedo! Él en ese tiempo, nada menos que por su cuenta, su trabajo era vender rebozos de bolitas y de menos calidad, de aquellos de Santa María por si fuera poco, estos los vendía a los pasajeros dentro del tren. Era de joven de esos que lo mismo andaba sin hacer nada que aventurarse a hacer negocio de esa clase y caminando ofreciendo su mercancía a las mujeres viajando. Tenía una labia, como les decimos a los comerciantes que tienen e
se don de convencer y hacer que compren. Su nombre fue el de David Franco.

Bueno, pues dado a conocer nuestro plan, él nos llevó a que conociéramos el tren pero no solo eso, nos pagó los gastos al grupo. El tren, jalado por aquellas bonitas máquinas de vapor, que tomamos en el mero centro de Guadalajara, cuando estaba la estación junto al templo de San Francisco, decidimos pues que iríamos a Ocotlán. David nuestro guía ofrecía su mercancía con un pregón muy especial y folclórico, como se usaba en esos tiempos. Haber si me acuerdo más o menos de algunas frases que utilizaba para tratar a las damas; según la edad o condición económica de la dama en cuestión: “Dulce madre de mis amores, traigo un fino rebozo de Santa María, para que cubra al niño si no se enfría”, era una señora con su niño en brazos. A una anciana; “Abuelita de mi vida usted que nada olvida, cómpremelo y le durará toda su vida”. A una dama joven; “Chiquirrina primorosa, por ser usted tan hermosa, le doy barato el rebozo y proteja del frío su bello rostro y sus lindos ojos”. Se llevaba una docena y en el viaje los acababa.

Nosotros admirados, veíamos todo el paisaje que al paso del tren encontrábamos. Llegando a la estación de Ocotlán, se para y en quince minutos, se acercan cantidad de vendedores, que a lo largo del tren ofrecían, tacos dorados, agua fresca de horchata o jamaica, tamales, buñuelos, tostadas, queso, panela y un montón de chucherías que a cinco centavos o cuando mucho a diez, comprábamos y eso porque no nos costó el viaje como lo había comentado anteriormente.

Nos bajamos para entrar y conocer el pueblo de Ocotlán y ver a las muchachas hasta esperar el tren de regreso. Así de fácil organizábamos un paseo relámpago en un día y una aventura más de nuestra joven vida, en nuestro querido Tepa, y por eso decimos que con estas aventuras y muchas más, así fue Tepa en el Tiempo.

Agradecemos sus comentarios a: jofloreso@prodigy.net.mx

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