Benevolencia

Por Juan Flores García
jofloreso@prodigy.net.mx


Cada día que pasa nace más interés por conservar vivos nuestros recuerdos, a mayor edad nos esforzamos por mantener latentes nuestros sentidos aún cayendo en la tentación de la comparación buena o mala pero necesaria para valorar nuestras ocupaciones desde que nuestra madre nos nació y fuimos recibidos por la señora encargada de nuestro aterrizaje y que hacía sin distinción, el merecido elogio lleno de satisfacción, que nunca había recibido criatura más bonita que la sostenida en sus brazos.

Era y es costumbre concederle belleza estética a los primeros meses de vida por los buenos vecinos del barrio. Por mi parte mi esquelética conformación de ser humano, ocupó la atención de Doña Romanita que me recibió en sus brazos, y tuvimos la oportunidad de seguirnos viendo ya en mi infancia, que con mucha benevolencia me había recibido para ver la luz del día, después de ciento ocho, entre “Rorros y Muñecas”. Sin duda que su ánima ve lo que con tales recuerdos narramos por su antigüedad.

Un amigo que desde joven le decíamos “el Pulques” que asiste desde un añal allá en el norte, vino a su tierra después de 21 años que no se paraba por acá y encuentra el tumbadero de fincas en pleno centro y usados como estacionamientos mencionando con nostalgia que en esa esquina plana se reunía con amigos y en tan sabrosos paliques (pláticas) hablaba y deshilvanaba dando fechas de datos históricos, ocupando horas de la noche despidiéndose con aquel ”hasta mañana” que se interrumpió por su viaje a Estados Unidos.

Dice “el Pulques” que desde ese lugar en tiempo de fiestas, como estamos, miraba la quema de los castillos, era un “recibidor” al aire libre, se caminaba con la silla portátil y se ocupaba un buen lugar en la acera de esa finca, lo mismo en las noches de primavera que en las tristonas y frías de invierno, aquellos buenos vecinos hablaban de las faenas del día con mucha benevolencia.

La benevolencia es la llave que abre todos los corazones, y parece tan natural como la tolerancia, son necesarias no sólo con la sociedad y con nuestros amigos, sino hasta con la propia familia. Exigir que un hombre, abrumado con los cuidados de la vida, sea siempre agradable. Nadie nace perfecto: el carácter tiene sus alternativas como las tiene el corazón, como el mar tiene sus mareas, como el cielo sus nubes: toda persona que siente mucho es de carácter desigual, porque la variedad de sus impresiones se refleja en el exterior, si no tiene gran dominio sobre sí mismo.

La benevolencia es, pues, uno de los ejes sobre que gira la felicidad humana: cuando alguna acción desagrada es necesario ponerse en lugar del que nos ofendió, y preguntarnos: ¿Qué hubiera hecho yo en su caso? con su educación y en sus circunstancias especiales, ¿hubiera hecho otro tanto? Al no haber mucha benevolencia, tampoco lograremos nunca tener amigos es preciso tomar a las personas con sus defectos y sin pretensión de corregirlas: por el contrario, hay que dispensar estos defectos por el recuerdo de las buenas cualidades; apenas habrá una persona que no sea apreciable por alguna bella cualidad de corazón o de carácter.

La benevolencia trae consigo una dulce paz y una gran quietud, por que no habiendo amargura en el alma es segura la dicha. Disculpar, amar, consolar; que tres cosas tan dulces y tan fáciles… y qué palabras tan, en estos tiempos, nos parecen tan vacías.

¡Que lástima, que todo esté trasnochado y fuera de moda! Pero, sigamos con nuestra buena intención de recordar el pasado lleno de fiesta y con esto decimos que así fue Tepa en el tiempo.

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