Doña Petronila Rodríguez Valdivia

+ Audaz, valerosa, con gran tenacidad y sobre todo aferrada a la vida.

Por Iris Berenice Temblador Andrade


Zapotlanejo, Jal.- En esta edición quiero compartir con ustedes la vida de una mujer admirable, hablo de la Señora Petronila Rodríguez Valdivia, o como la llamamos de cariño “Doña Nila”. Nacida en Vicercio, ranchería que pertenece a la delegación de San José de las Flores, el día 31 de enero del año 1907. Hija de los señores Estanislao Rodríguez González y Antonia Valdivia Aceves.

Doña Nila tuvo siete hermanos el primero de ellos fue Lorenzo, después María, en tercer lugar Teodoro, enseguida Bonifacia, doña Nila ocupaba el 5 lugar, luego nació Soledad y finalmente Florentino (cabe señalar que esta familia ha sido muy longeva). Lamentablemente ella quedo huérfana al fallecer su madre de pulmonía cuando sólo tenía 10 años de edad.

Pasó el tiempo y a la edad de 17 años contrajo nupcias con el señor Pedro Macías Dávalos; para ese entonces ya vivía en otra ranchería de San José de las Flores llamada Agua Bermeja. En ese sitio radicaron por varios años, ahí vivió la experiencia maternal e inició las responsabilidades ya como madre de familia.

Procrearon a 14 hijos: Benito, Venustiano, Rosendo, María Guadalupe, Paula, Rosario, Enrique, Merced, Luisa, Carmen, Venustiano, Jesús, Manuel y Ramón (de ellos actualmente sobreviven siete).

Doña Petronila inició a fumar desde los diez años de edad, y a la fecha sigue fumando cigarro de hoja que ella misma elabora. Cuando era pequeña le gustaba demasiado visitar a su abuela paterna, Petra González. Comenta que pasaba momentos muy gratos en compañía de su abuela, se acuerda que tenía un molino con una rueda muy grande, usualmente su abuela elaboraba panela e iba al arroyo a lavar los chiquigüites. Le gustaba visitarla también porque tenía muchos árboles frutales y ella degustaba las frutas. En una ocasión mientras se estaba bañando en el río tranquilamente, apareció un chancho muy grande, por detrás de la cerca, cuando lo percibió se echó a correr gritando muy asustada.

A Doña Nila la caracteriza principalmente esa alegría que transmite con aquella emotividad, llevando consigo un muy buen humor. Cuando se sostiene una charla con ella, nos podemos percatar de la experiencia tan trascendental que ha obtenido a lo largo de sus ya 102 años de edad. Para la comunidad representa un gran orgullo tener su presencia y saber que más allá de eso ha sido una mujer que ha luchado incansablemente por su familia.

Remontándonos a unos cuantos años atrás en la línea del tiempo sabemos que la vida era más difícil, nos comenta que se levantaba a las cuatro de la mañana para iniciar con sus labores; como moler en el metate, tortear, hacer de almorzar, barrer y todo lo que implica el quehacer doméstico. Frecuentemente tenía que trasladarse a varios kilómetros del lugar donde vivía para dirigirse a una presa, llevando consigo la ropa de toda su familia para lavarla, y al terminar esta actividad se regresaba a su casa para continuar con sus labores cotidianas, aunando a esto el cuidado de sus hijos.

A pesar de que le tocó llevar una vida muy difícil, realizando trabajos muy arduos y exhaustos no se lamenta de aquellas épocas, es imprescindible señalar que vivió la revolución cristera, tiene recuerdos muy arraigados de esa época en la que su vida fue un tormento, pasando tantos sobresaltos. Explica que en una ocasión llegaron unos hombres del gobierno buscando a su esposo, se lo llevaron a Vicercio con el fin de ahorcarlo. Mientras llegaban al lugar lo iban arrastrando entre las piedras y los huisaches y dándole la opción de que escogiera el mezquite que quisiera para ahorcarlo en él. Pero sucedió algo que hizo que se retractaran y decidieron entonces dejarlo en libertad. Sin embargo ha sido conformista, siempre dispuesta a acepar la voluntad de Dios.

Pasado el tiempo fue creciendo la familia y cuando sus hijas mayores estaban preparadas para ayudarle en sus actividades fue un poco más fácil, ya que María Guadalupe, Rosario y Paula contribuían al quehacer de la casa y de esta forma Doña Nila pudo sobrellevar más tranquilamente su vida.


En el año 1978 un poco antes del fallecimiento de su esposo, deciden trasladarse a la comunidad de San José de las Flores. Con el tiempo se le fue facilitando más la forma de vida al ir instalando en San José los nuevos servicios como la luz, el drenaje, el molino eléctrico, etcétera.

Se le fue casando la familia y fueron aumentando las generaciones, en nuestros días es una familia muy numerosa, ha tenido el don de conocer hasta su quinta generación. A continuación se presenta una fotografía donde se muestran una de varias ramas de la generación que cuentan con la cuarta generación.
(De izquierda a derecha) Doña Petronila Rodríguez, Rosario Macías, Lidia Aceves, Ma. Del Carmen Andrade, la niña Diana de la Torre y Manuel de la Torre.

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