Tepatitlán en el tiempo

San Juan de Dios
Por Juan Flores García

Hace tiempo que no recordamos algo de lo que vivimos en nuestra querida Guadalajara, capital hermosa de nuestro famoso estado de Jalisco. Esa ciudad amable hospitalaria nos recibió por primera vez, allá en Junio de 1930, dolidos por la tremenda pobreza que nos dejó la tantas veces mencionada Revolución Cristera, muchas familias quedamos con gran necesidad económica. Afortunadamente no extrañamos mucho la costumbre de vida de un lugar a otro, porque se gozaba de buenas maneras de vivir.
La gente que habitaba aquellos barrios que han sido famosos, era gente de la clase media baja. En las tres primeras cuadras de las calles Gigantes, Álvaro Obregón y Gómez Farías de la Calzada Independencia al oriente, el vecindario la componía pura gente alteña.

Muchas familias habían emigrado a Guadalajara en plena revolución, por lo que, los que llegamos terminada ésta, fuimos bien recibidos y seguimos viviendo como en nuestro querido Tepa.

Para aquellos chamacos, miembros de las familias que emigramos a esa gran ciudad a la que le llamábamos un “pueblote” por lo grande, comparada con nuestro pueblo chico, era motivo de admiración las cosas que había y que fuimos conociendo, como el tranvía eléctrico, el ferrocarril o tren como más fácil lo conocíamos, sus famosas calandrias, jaladas por uno o dos caballos, para pasearnos al aire libre por todo Guadalajara.

Cerca de donde vivíamos teníamos el famoso templo de San Juan de Dios y al costado norte el también famoso mercado Libertad, conocido por el nombre del templo como el mercado de San Juan de Dios. En ese tiempo existía el primer mercado que se construyó, uno muy bonito de forma redonda, chico, con entrada en forma de portal con arcos unidos de tres en tres separados por una pilastra que remataba en torrecilla, cada una de éstas eran las entradas al mercado.

El centro sobresalía en forma de corona con ventanas visibles sobre la bóveda, con remates de hermosas torrecillas. En su interior estaban los comerciantes con sus puestos y afuera del mercado, en un amplio espacio, estaban los puestos de alfarería que han hecho tan famoso a nuestro estado.

Este primer mercado lo conocimos a principios de los años 30´s, luego se incendió y hubo que construir otro, ya con mayor capacidad y de forma diferente.
A estos mercados íbamos los chamacos del barrio, a ganarnos algunos centavos llevando la canasta del mandado a las damas ricas que iban a hacer sus compras ocupando las famosas calandrias que las llevaban a sus domicilios. Seguimos relatando cómo fue la construcción del segundo mercado, éste ya fue un edificio más grande, de fachada más alta, más apegado a la Calzada Independencia y con unos locales pequeños, circulares con techo de teja de dos aguas, un banquetón muy amplio con jardineras y arbolado con tabachines; la Calzada Independencia estaba ya pavimentada y con un camellón en medio, con fuentes y bancas y en la bocacalle, la estatua de Benito Juárez en un amplio jardín que circulaba el lugar.

Esto todavía lo veíamos a principios de los años 40´s, habiendo muy poquitos vehículos en circulación. Con el crecimiento la ciudad fue perdiendo aquella paz y tranquilidad que hasta entonces habíamos gozado los pueblerinos que asombrados conocimos también el lado del mercado, aquella desaparecida plaza de toros El Progreso y el famoso “baratillo”, el Teatro Juárez, el Templo de San Juan de Dios y el edificio del Hospicio Cabañas, que todavía por fortuna existe, aunque destinado a otros fines distintos al que fue construido, que era el dar cobijo y cuidado al desvalido, hoy cumple misiones culturales.

Pasado el tiempo de nuestra llegada a la capital de los jalisciences y ya acostumbrado a ver todo lo que teníamos en nuestro pueblo, nos enseñamos a caminar a pie los muchachos sin que nos acompañaran los mayores, como si estuviéramos en Tepa.
Cuál miedo ¿y a qué? Así como una ocurrencia decíamos que Guadalajara y Tepa eran hermanas, sus costumbres y modo de vivir eran los mismos, Guadalajara era como una hermana mayor más bonita y con mucha elegancia. Pero, eso fue ayer, hoy con tanta descompostura que le han hecho, sólo en el actual mercado de San Juan de Dios, con tres mil puestos que lo ocupan y de paso, soporta un estacionamiento para carros en sus bóvedas ya no tiene ésta añosa ciudad el atractivo pacífico que en su tiempo gozamos.

En cuanto a los cines que conocimos y que fueron el lujo de Guadalajara, que se construyeron en los años 30´s, y 40´s, vino la televisión y se acabaron, dejando bonitos recuerdos por su comodidad y el gozo de ver las películas que en la época de oro del cine nacional abundaron. Recordando un poco de lo que fue Guadalajara, con esto decimos que así fue Tepa en el Tiempo.




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