91 años del Padre Juan Pérez Gallegos

+ Fortaleza, alegría, enseñanza
sabiduría y testimonio




San Diego de Alejandría, Jal.- Los pueblos, aunque parezca paradoja o contradicción, fincan en los mayores, su futuro porque ellos aportan y trasmiten la experiencia y la sabiduría.

Equivocadamente se piensa, por otra parte, que los mayores son obsoletos, que son lastre, estorbo en la vida. Desde tiempos inmemoriales, “los ancianos y ancianas son depositarios de la memoria colectiva e intérpretes privilegiados del conjunto de ideales y valores comunes que rigen y guían la convivencia social” (Juan P. II. 1999.)

Juan Crisóstomo afirma que “en la ancianidad es cuando hay mayor fortaleza y más prontitud”. “Las tribulaciones no sólo no destruyen la esperanza, sino que son su fundamento” Tales afirmaciones reconvienen a nuestra manera ordinaria de pensar que se basa en lo inmediato y en una práctica muy irreflexiva y superficial. El adulto mayor está vigilante y ejercita su amor con
singular sabiduría. Se convierte en sabio, en profeta, conocedor y previsor del entorno. No podemos cerrarnos a este singular horizonte de esperanza.

El Padre Juan Pérez Gallegos, en San Diego de Alejandría, está a punto de celebrar su cumpleaños 91, con el favor de Dios. Será el 20 de octubre de 2009. Nació en 1918. Fue al seminario de San Juan en 1931, una vez que vivió la cristera entre las patas de los caballos, la
desolación de la reconcentración y el estruendo de las batallas.

Un seminarista pobre, pero despierto, gran deportista, inteligente y práctico. Es ordenado sacerdote en abril de 1943. Celoso sacerdote. Se le encomendó el templo de San José en Arandas, apenas comenzado, y trabajó incansablemente para levantarlo, claro que le daba pena pedir la colaboración para las obras materiales, pero lo hacía con gusto dado el fin para lo que era.

Hace algunos años, casi treinta ya, presta sus servicios en su tierra natal, donde ha dejado precedentes muy importantes, como es el Santuario de Cristo Rey en La Peñita, que es monumento a los valores cristeros, a la respuesta generosa del pueblo católico en un momento vital de su historia. Él mismo se ha constituido en referente invaluable de aquella época tan valiosa.

El detalle pintoresco de haber montado el caballo de don Victoriano Ramírez, mi coronel, El Catorce, nos hace sentir que tocamos aquel episodio imponente de nuestro pasado. Caballo de singular estampa, noble, seguramente como su jinete, secreto de sus éxitos y clave para los matices de su leyenda. Victoriano, a la cabeza, volaba sobre lienzos y barreras confundiendo al enemigo, como una ráfaga, como un relámpago, así todos los que andaban al lado del Catorce, debían ser capaces de cabalgar de tal manera. El padre Juan, siendo niño, veía en Victoriano, el sueño de un pueblo humilde y sufriente, la mano de Dios y la espada fulgurante de San Miguel, contra el mal.

El Padre Juan Pérez, a estas alturas, con todo lo que supone el camino recorrido, es un testimonio de optimismo, de entereza, de alegría de vivir, de fe incomparable. ¡Felicidades!

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