Y cuando pierdo lo único que tengo, ¿Qué sigue?Tras la celebración de la Nochebuena y de la Navidad, actividades ellas muy familiares, viene la preparación para cerrar el calendario, con él bajar la cortina de las actividades del año (buenas y malas) y esperar (¡Bendita esperanza!) que el siguiente año sea, si no mejor, por lo menos no tan desastroso como el que estamos abandonando.
Este fin de año, será particularmente difícil para algunos alteños quienes en los últimos años venían enrolados en un sistema de gobierno que llegó para quedarse… quince años.
Hace unas semanas charlé con un funcionario de Tepa, de esos cuates que hicimos en la función pública, le pregunté: “¿Qué haciendo?”, su respuesta fue tajante: -“Buscando chamba; ahora tengo que buscar qué voy a hacer”.
-¿Cuánto tienes trabajando en el Ayuntamiento?
- “Diez años. Cada trienio había cambios, pero ahora… son en serio”.
Como él, varios tepatitlenses se adentraron en un ambiente laboral, que al principio les pareció interesante, retador. Conforme pasaron los años y siguió el mismo partido en el poder, ese poder volcó el ejercicio público un tanto parsimonioso.
Esta semana, además de decirle adiós al año, a la década, varios tepatitlenses tendrán que mover la mano a su chamba. Cruel, pero verdadero panorama.
Algunos conscientes de que en la política se pierde y se gana. Otros inconscientes de su suerte, pero que ahora son o serán ejecutados por la culpa generalizada de no haber cubierto las expectativas de la población, quien evaluó y calificó en las urnas, entre otras cosas, el desempeño de los funcionarios, incluido el que esto escribe en su faceta de promotor económico.
En quince años ha pasado mucho en la historia local.
No sólo son las anécdotas de los alcaldes, las sustituciones de presidentes, las opacas cuentas, las calles, los empedrados, los pozos, el agua, la basura, el núcleo de la feria, la municipalización de Capilla de Guadalupe.
En quince años se puede hacer una familia… o perderla.
En quince años se pueden amasar fortunas como funcionarios; o también no ver ni un clavo por ser íntegro.
No me atrevo a calificar a ningún servidor público por su integridad. Eso lo podrá hacer la propia gente según las evidencias de cada caso.
Esta columna la quiero dedicar a todos esos hombres y mujeres (hasta esta semana ahora compañeros del Ayuntamiento), que por cuestiones partidarias tendrán que dejar el empleo. Nada más cruel, nada más complejo en el seno de una familia que quedarse sin chamba, y peor aún en medio de una crisis económica como la que padecemos los mexicanos.
En quince años se pueden escribir miles de historias.
En los siguientes tres también.
Ojalá que los nuevos jefes evalúen a los empleados según sus capacidades y no según su afiliación partidista.
Esperamos los que se queden trabajando en el Ayuntamiento no lo vean como una oportunidad para cambiar de partido, sino para cambiar la percepción que la gente tiene sobre su trato.
Muchas gracias a todos esos compañeros del Ayuntamiento que nos dieron la oportunidad de aprender, desde las entrañas de la burocracia, cómo se vive este proceso de “atender al pueblo”.
Mucha suerte a los que vienen… y mejor suerte a los que se van.
Que venga el 2010 y que venga con amor, paz y oportunidades.
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