Por el padre Miguel Ángel
padre.miguel.angel@hotmail.com
Cierto día una niña se puso a escribir una carta a Dios y le decía: “Señor, te pido que mejor ya me lleves, porque mi papá se fue con una señora que no es mi mamá y esa señora no me quiere. Y mi mamá se fu con un señor que no es mi papá y ese señor no me respeta”. ¡Cuántos padres de familia tendrán que dar cuenta a Dios en el día del juicio por haberse divorciado con demasiada facilidad, dejando a sus hijos como huérfanos aunque sus padres sigan vivos”.
En el Evangelio le preguntan a Jesucristo si acaso se permite el divorcio, y El contestó reafirmando la indisolubilidad del matrimonio, que Dios ha querido desde el principio; y para eso nos recuerda las palabras del Génesis “por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne”.
El Concilio Vaticano califica el divorcio como “la epidemia de nuestro tiempo” Jesucristo es categórico, claro y preciso contra el divorcio y por eso afirma: “El que que se divorcia y se casa con otra, comete pecado de adulterio”.
Es muy importante que en vez de facilitar el divorcio, todos ayudemos a las parejas para que perseveren en el amor, y desde que son novios comprendan que el amor no debe ser solamente físico y pasional, sino espiritual, porque ése sí dura, mientras que el otro se esfuma fácilmente.
No hay que olvidar que el divorcio perjudica mucho a los hijos que van pasando por la vida como si fueran huérfanos o andan como pelotas de ping pong, de allá para acá, a veces con el papá a veces con la mamá.
Nadie debe separar lo que Dios unió:
-Ni los papás de él o los papás de ella, metiéndose en lo que no deben.
-Ni el grito de él ni los contra gritos de ella, que hacen imposible la convivencia.
-Ni la ausencia de nuestras de afecto por ambas partes, que es capaz de secar aún el amor más prometedor.
-Ni la falta de comunicación mutua, de modo que ella no sepa lo que hace él ni lo que hace ella y ninguno de los dos sepa lo que el otro piensa, quiere, sufre o necesita.
-Ni los hijos, absorbiéndoles el tiempo que necesitan para estar juntos.
-Ni el descuido en el aseo y la apariencia personal de cada uno.
-Ni los amigotes de él ni las amigotas de ella.
-Ni el que ninguno de los dos esté dispuesto a perder una discusión, a sacrificar un gusto, a reconocer una falta propia o a pedir una disculpa.
-Ni la falta de reconocimiento explícito de las cualidades del otro por parte de cada uno.
-Ni la presunción ingenua de que “ lo que Dios ha unido” puede permanecer unido sin que se le pida a él su ayuda o si prácticamente se le destierra del hogar…
Conclusión
¿Cuáles son los medios para evitar el divorcio?
Primero que todo: Prepararse bien pata el matrimonio.
Hay gente que se casa con unos ojos, con unos labios, con una sonrisa, con una piel, con unos pies que bailan bien o con una coca que habla bonito, pero no se fijan qué tal era la personalidad de la pareja, y como dice el dicho “pronto pasan los guayos y sólo se quedan los sustos” y demasiado tarde se vienen a dar cuenta de que se casaron con alguien irresponsable, o de un genio agrio y atroz, o con una personas que vive en continuos enamoramientos y muchas cosas más.
Por eso urge orientar a la juventud aconsejándoles que no se precipiten a casarse rápidamente, porque después vienen terribles y desastrosas desilusiones.
Además hay que saber dialogar para impedir que el hogar se destroce o que pierda definitivamente la paz.
El diálogo hay que hacerlo cuando no estén cansados, porque la persona casada es persona malgeniada, hay que dialogar con gran respeto, sabiendo que ninguno es propietario de la verdad.
Hay que escoger para el diálogo un día que no haya habido peleas o disgustos y que no haya muy graves preocupaciones, porque se pierde la tranquilidad y no se pueden razonar bien.
Hay que dialogar en ambiente de silencio y así cada quien va sabiendo qué es lo que de su persona disgusta y hace sufrir a la pareja y qué cosa conviene cambiar o mejorar.
No hay que olvidar: “Lo que Dios une nadie lo puede separar”,
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