Por el padre Miguel Ángel
padre.miguel.angel@hotmail.com
Se cuenta que San Pedro, muy preocupado, al notar la presencia de algunas almas, a las cuales no recordaba haberlas hecho pasar al cielo, se puso a investigar y encontró que había un lugar por donde entraban y fue entonces ante el Señor y le dijo: “Señor he observado que aquí hay algunas almas a las que no recuerdo haberles abierto y hallé un hueco por donde entran, yo quisiera que los vieras”.
Aceptó Jesús acompañarlo y vio que de un hoyo descubierto colgaba un inmenso rosario hacia la tierra, por donde constantemente subían muchas almas. Alarmado, le dijo San Pedro: “Creo Señor, que debemos cerrar esa entrada de…”
“No, no -le respondió Jesús-, déjalo así, esas son cosas de mi Madre…”
Cuando desde niños nos inculcan la devoción a la Santísima Virgen, es difícil que se nos olvide.
Yo recuerdo que en mi familia fue muy frecuente si no es que diario el rezo del santo rosario.
En mis años de primaria al llegar el mes de mayo, teníamos mis compañeros y yo gran entusiasmo en honrar y alabar a a la Santísima Virgen todos los días del mes y andábamos consiguiendo flores de los huertos y jardines para llevarlos y ofrecerlos ante una imagen que había comprado el director de la escuela.
Tal vez en los tiempos actuales nos hemos descuidado de seguir motivando a los niños y niñas y motivándolos nosotros para que vuelva a ser la devoción a la Virgen María, parte importantísima de nuestra vida espiritual, porque ella es nuestra Madre del Cielo.
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