Hablando de todo

Por Juan Flores García

Oía los cantos y se me liberaba el corazón. Cuando todavía no había unidad deportiva, auditorio ni plaza Hidalgo, en ese terreno se jugaba fut-bol en la pura tierra. Nada más estaba la receptora de luz la que traía de Támara que era tan barata porque su dueño no lucraba porque era del pueblo y para él. Corría para distribuirla a los domicilios por aquel alambre de cordón clavado por la pared, llegaba a la “chicharra” que estaba arriba de la puerta, entraba a la casa y del switch al foco y listo, ya había luz, no tan buena como la de hoy, pero alumbraba que era lo importante.

El que la tenía pagaba sus dos pesos por mes, si no la pagaba no se la cortaban, no importando que fueran muchos meses por pagar. Esto provocó que quien si tenía para pagar y no lo hacía, se le conociera como “mala paga” y a fuerza de crecer el número de estos, el negocio fracasase. Pero como ya no son cosas propias y como negocio es negocio, o pagas o cortamos y ahí vamos el último día corriendo a pagarla porque se han dado casos que hasta el alumbrado público han cortado. Tan derecho es el negocio que a veces se equivocan (en contra de uno) y como a los dos o tres recibos viene un “ajuste” que como no estaba en nuestro presupuesto, nos lo “desajusta”.

Por eso se extraña uno que vivió aquellos tiempos y luego hacemos malas comparaciones. El valor de las cosas era real, el dinero era pura plata, a todo lo bueno lo comparábamos con ese metal del que se hacían las monedas, que era tan fuerte, tan bonita, de plata pura, sin chapuzas, donde con sus alotas abiertas, estaba grabada el águila, amplia, a gusto. Hasta la respetábamos porque cuando jugábamos volados, la echábamos a volar junto con el sello y no le pasaba nada a la moneda. Caía al suelo y sonaba un “tin” bien bonito.

Al hablar de la receptora, queremos decir de cosas que pasaron, de gente que vivió y que vive, gente que da fe de lo que estamos diciendo.

Queda en pie una casa en la esquina de Morelos y Niños Héroes, viven en ella la familia Madrigal con mas de setenta años en ese lugar; en esa pequeña casa, ni esperanzas siquiera desde que ellos viven, que pensaran que todo ese rumbo tuviera que cambiar y que esa familia contara como fue ese lugar.

Donde está la Plaza Hidalgo, estuvo la “receptora de luz”, que también le decíamos la “estación eléctrica”. Tenía una casa en la que vivía la familia que cuidaba ese lugar, circulada por una desvencijada cerca de alambre de púas, la señora (recién casada), se llamaba Laura, su esposo murió al ser atropellado en la carretera, allá por el año cuarenta, caminaba sobre su bicicleta y frente a donde está la gasolinera cerca del panteón quedó el pobre hombre tirado, sin moverse. Fue el primer difunto que le tocó conocer el asfalto. Así acabó la vida de aquel joven que recién casado vivió en ese lugar mencionado de la receptora.

En frente del Colegio Morelos, había un terreno baldío que se sembraba y había hortaliza, su dueño era Don Pío, papá o tío de Simón de la balanza, no lo sé muy bien, él vendió muy barato ese terreno; ahí nada más vivía Doña Santos, casada con Don Santos, fíjense que curioso, los dos se llamaban igual.

Ella quedó viuda y duró viviendo sola y su alma mucho tiempo. Era Presidente Municipal, Pedro Arias Guzmán, la primera vez en el año de 1934 cuando esto contamos.

Hay cosas que parece que no tiene valor necesario el mencionar, sobre todo en este tiempo de cosas bonitas, pero considerando la época actual, estas cosas son parte de la historia de nuestro querido Tepa, y nuevamente decimos que “recordar el pasado es vivir el presente”.

Por eso empezó a tomar figura esta tan bonita ciudad, donde ya no cabemos, ya estamos todos apretados como en caja de cigarros. Ya estamos cubriendo lugares fuera de lo que era Tepa, que nos servían para ir a pasearnos, lugares donde había por ejemplo, tanto maguey que nos daba aquel sabroso pulque y nopaleras que lucían a lo largo de los lienzos de piedras, cuando oíamos aquella música que era el trino de los pajarillos del campo, como los chuparrosas, las purriches, los magalones, el cuitlacoche, el zito y tantos más. Donde oíamos el rebuzno de los burros que tanto abundaban en los campos donde andaban pastando, proveedor éste del estiércol, material usado por los ladrilleros para ligar la tierra para hacer el ladrillo y que nosotros los chamacos lo juntábamos para venderlo a tantos centavos por costal.

Todo aquello ya lo vemos muy lejos, ya son otros tiempos. Hoy da lástima y hasta coraje que ahora vivamos en puro basurero, que tanto nos quejamos pero no colaboramos para remediarlo, ya que por las calles del mero centro, queda la muestra de la incultura y falta de respeto hacia nuestra ciudad y su gente.

Hace muchos años que de vez en cuando (casi a diario) que tocamos este punto pero ni por eso. Pero no debemos perder el ánimo ¡Hay que seguirle dando vuelo a la hilacha a los recuerdos! Recordando todo aquello viejito que todavía queda en Tepa: y por eso decimos que así fue Tepa en el tiempo.

Agradecemos sus comentarios a: jofloreso@prodigy.net.mx

Publicar un comentario

0 Comentarios