Ya viene la navidad

Por el padre Miguel Ángel
padre.miguel.angel@hotmail.com


Las posadas son una “mexicanísima” forma de celebrar el novenario que prepara a la Noche Buena, y según se informa, esta celebración empezó en el pueblo de San Agustín de Acolman, casi junto a las pirámides de Teotihuacan, donde los frailes agustinos cristianizaron las festividades de los aztecas.

Las posadas tienen diferentes maneras de celebrarse; comenzaron a hacerse en los patios de los conventos, de donde se desplazaron a los patios de las casa.

La forma tradicional es más o menos esta: cada noche se reza el rosario y novena, dejando las letanías para cantarlas durante la procesión que va precedida por las imágenes de los “peregrinos” (en ocasiones vivientes); se cantan pues las letanías de la Virgen, las cuales se interrumpen para pedir posada, y detrás de una puerta se colocan los que van a negar o a darla.

Después de recibirlos los peregrinos, se reparten los aguinaldos y se rompen las piñatas –símbolo del pecado, con el que el cristiano debe romper-.

Las posadas no son fiestas paganas donde se degrada la dignidad personal, ni esas fiestas de fin de año en las que se cargan las bebidas embriagantes, ni aquellas reuniones donde está ausente el espíritu de los peregrinos de Nazareth. Por esto, cuando te inviten a una posada, sé crítico.

Perpetuemos la hermosa tradición navideña de nuestras posadas, como preparación espiritual de la gran Noche de Paz.

Cuentan que cierto día, un joven rico paseaba por las calles, cuando de pronto oyó gemidos y lamentos procedentes de la casa de un antiguo noble que, habiendo perdido todo su dinero, vivía en la miseria, acompañado de sus 3 hijas.

Escuchó el jóven y oyó la voz de una de ellas, que en el silencio de la tarde, decía:
-Papá, déjanos ir a la calle a mendigar; es demasiado duro morirse de hambre.
-Esperemos una noche más –respondió el padre-; rogaré nuevamente a Dios que libere a mis hijas de tal desgracia.

Nicolás, que tal era el joven que había escuchado aquel diálogo, corrió a su casa. Entre los tesoros que había heredado de su padre, tenía 3 barras macizas de oro. Tomó una, y dirigiéndose a la casa del rico-pobre la arrojó dentro, por la ventana y se alejó. Volvió otra noche y dejó la segunda barra, hizo lo mismo con la tercera. Pero en esta última ocasión, fue descubierto. Y aquel padre de familia, que creía que el oro había bajado del cielo, se arrodilló a los pies de Nicolás, pero aquel santo hombre, lo hizo levantarse y le dijo:
-Da gracias a Dios, porque fue El quien me envió a ustedes.

Nicolás hizo muchas otras obras de caridad en nombre de Dios, y siempre en secreto.

Esto dio motivo a la tradición popular navideña de algunos países, por ejemplo Inglaterra y Estados Unidos, -y se ha incrustado en México- según la cual se supone que todos los años, en Nochebuena, acude San Nicolás para repartir a los niños juguetes y golosinas en nombre del Divino Niño de Belén.

Los niños anglosajones le llaman Santa Claus; pues estas palabras pronunciadas en inglés, suenan muy parecido a “Sanacolás”, una deformación fonética de San Nicolás.

Como hemos visto, San Nicolás es ejemplo del amor al prójimo, pero no debemos perder de vista que la fiesta de Navidad, debe ser Cristocéntrica. Todo debemos orientarlo al misterio de la Encarnación y de la Natividad.

Es triste cómo mucha gente está haciendo de lado nuestras tradiciones: las posadas y el nacimientos, por costumbres extranjeras que dicen poco en nuestro ambiente, por nuestra mentalidad latina, como son el árbol de Navidad y Santa Claus.

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