Historia alteña

Por Juan Flores García

La tierra alteña siempre ha tenido personajes que por su modo de vivir su fama los ha convertido en leyenda; algunos por su vida al servicio de los demás, otros persiguiendo un ideal, y otros, no lo podemos negar, por su negativa y equivocada conducta, han hecho de su existencia un perjuicio hacia los demás. Posiblemente nunca hayamos oído estos nombres: Pedro de Anda y Petronilo Navarro.

No es posible que los más antiguos tengan un vago recuerdo de estos nombres y le sonaran familiares; sobre todo de Tepatitlán, San José de Gracia, Atotonilco o San Miguel, quizá lo escucharon de labios de sus abuelos, junto al fogón que calentaba la estancia en aquellas frías mañanas alteñas de la campiña jalisciense, cuando apretujados junto a la abuela, esperaban les diera el sabroso “burrito” con sal apelmazado, mientras corría de boca en boca el relato que se gravaba por siempre en las infantiles mentes y que hoy con esta crónica, se desempolve su recuerdo.

Por estos rumbos fueron las principales correrías de estos personajes que nos ocupan; primero fueron bromas, después, ya fue en serio los desmanes cometidos por uno de ellos que le hacían indeseables.

Y precisamente fue el 19 de febrero de 1874 cuando Pedro de Anda dio muestras de ferocidad al asesinar con crueldad inimaginable, en el Rancho del Jagüey, al Director Político del Departamento de Tepatitlán, Don Manuel Aceves; luego de los sucesos, muchos fueron los grupos armados que se dieron a la caza del asesino, quien pocos días después, burlando la acción de la justicia que lo perseguía tenazmente, formó ya una cuadrilla de malhechores y robó en el Rancho del Capadero a los señores Don Fernando Ramírez y a Don Vicente Casillas.

Por dos crímenes mencionados, existían los procesos pendientes en el juzgado de Tepatitlán. Luego efectuó el plagio de Don Teodoro Macías, dueño de la Hacienda del Cerro Gordo, con lo que sacó muy buenos dividendos.

En junio de 1874, él y su gavilla asaltaron el Rancho de Palo Blanco con el fin de plagiar a Don José María González, quien por fortuna no se encontraba ahí, entonces Pedro de Anda y sus secuaces se entregaron a toda clase excesos, saqueando la casa, forzando las puertas, robando cuando encontraban y golpeando a los sirvientes.

En el año de 1880, Pedro de Anda participó en el plagio que sufrió en Atotonilco el señor Don Concepción Córdoba. Fue el autor del asesinato de Bibiano Limón y otros crímenes semejantes, de tal modo, que su nombre ponía a temblar a toda la gente pacífica de la comarca alteña, pues su fama trascendió y continuamente era perseguido por las autoridades de Tepatitlán, Atotonilco, Jalos, San Juan y hasta Lagos.

Cansado de ser perseguido o a lo mejor, arrepentido de sus fechorías, fue a radicarse a la capital del Estado, y ya establecido, se dedicó al comercio del ganado robado. Y como dice el dicho que “perro que da por tragar huevos aunque le rompan el hocico”, a principios del año de 1884, recordando su azarosa existencia, volvió a las andadas; y por el camino a Zapopan, de la capital del Estado, se cometió un cuantioso robo de alhajas y dinero en efectivo, echó a Don Alberto Perrín, representante de la Casa Greenswing y Cía., de California, y según los indicios los autores habían sido Pedro de Anda y Petronilo Navarro, otro pájaro de cuenta que ya se había unido a los desmanes del primero.

Según datos ciertos de los que hizo acopio la guardia de policía, soltó tenaz cacería entre los infractores de la ley, estos, temiendo caer en manos de la justicia trataron de huir hacia el sur, pero por el rumbo de Santa María se encontraron con una partida de rurales comandada por Don Tomas Limón, quienes los intimidaron a rendición y entregarse, y aquellos no acataron las órdenes y luego de “torear” a sus perseguidores fueron muertos sin misericordia.

Algunos periódicos de ese año, como “El Telegrama” y “Juan Panadero”, en sus páginas quisieron dar a la muerte de estos facinerosos el perfil de cariz político, pero sin resultados; del segundo tomamos la siguiente nota: Infames asesinos, Pedro de Anda, un valiente de primera fuerza, que si acaso tuvo algunas faltas antaño, lavó después con el arrepentimiento; caminaba en compañía de Petronilo Navarro con rumbo al sur, cuando, según el rumor público, se encontraron en Santa María con la escolta que el general Tolentino llevó a su Hacienda de Capacha; compuesta la tal escolta de “cuerudos” de Limón (o sea, rurales del Estado, que por su indumentaria de cuero así los llamaban), los cuales los aprendieron, fusilando a ambos…”… Hay quienes digan que el General Tolentino estuvo hablando con Pedro de Anda poco antes de morir y que por su orden se fusiló a Pedro lo mandó asesinar…

Se quiere hacer creer que Pedro pretendía levantarse en armas en contra del gobierno; pero lo cierto es que iba a establecerse con un giro comercial en Colima; para tal objeto llevaba consigo una considerable cantidad de dinero, y que según se dice, días antes en la diligencia había mandado anticipadamente la familia.

Datos de nuestro nebuloso ayer, es la historia alteña; fragmentos de la vida de nuestros abuelos, que hoy recordamos como quien saborea un añejo vino. Y con esto decimos que así fue Tepa en el tiempo.

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