Una realidad que pide cambios

Aparecida dibuja el
perfil de la parroquia


Por Oscar Maldonado Villalpando.- Los obispos en Aparecida, en documento final, fijan su atención sobre la parroquia, que es la comunidad más cercana, con la que viven en contacto los creyentes. Así empieza su expresión en el no. 170:

“Entre las comunidades eclesiales, en las que viven y se forman los discípulos misioneros de Jesucristo, sobresalen las parroquias. Ellas son células vivas de la Iglesia y el lugar privilegiado en el que la mayoría tienen una experiencia concreta de Cristo y la comunión eclesial. Están llamadas a ser casas y escuelas de comunión”

Al escuchar esto es bien lógico que luego se vuelva la mirada para contemplar la realidad que se vive. Existe credibilidad y prestigio en el aspecto histórico… pero una vez que se ha escuchado, en números anteriores de este mismo documento, la importancia del llamado, la experiencia viva de Jesucristo… que evoca su encuentro con los primeros discípulos, hay seguramente aspectos que no se ajustan a la fuerza emotiva de estas expresiones.

Y viene a la mente el hecho del uso actual, los mismos términos empleados parecen decir otras cosas. La figura de un territorio administrado, administrable con un responsable canónico, es algo dominante. Alguna expresión del Señor Cardenal don Juan Sandoval, “Se les dice que el párroco toma posesión de su parroquia, y se lo creen, no se les da en propiedad, son representantes del obispo y ejercen el ministerio en nombre de él”

Cada parroquia, con el trabajo entregado de todos sus miembros, debe convertirse en el lugar privilegiado para tener la experiencia concreta de Cristo y de la comunión. La parroquia, es ante todo, casa y escuela de comunión.

“Uno de los anhelos más grandes que se ha expresado en las Iglesia de América Latina y el Caribe, con motivo de la preparación de la V Conferencia General, es el de una valiente acción renovadora de las Parroquias a fin de que sean de verdad “espacios de iniciación cristiana, de la educación y celebración de la fe, abiertas a la diversidad de carismas, servicios y ministerios, organizadas de modo comunitario y responsable, integradoras de movimientos de apostolado ya existentes, atentas a la diversidad cultural de sus habitantes, abiertas a los proyectos pastorales y supraparroquiales y a las realidades circundantes”.

Esto es importante porque pide toma de responsabilidades, cosa no posible en el estilo tradicional hegemónico en torno al encargado parroquial.

De esta manera abunda el no. 171: “Todos los miembros de la comunidad parroquial son responsables de la evangelización de los hombres y mujeres en cada ambiente. El Espíritu Santo, que actúa en Jesucristo, es también enviado a todos en cuanto miembros de la comunidad, porque su acción no se limita al ámbito individual, sino que abre siempre a las comunidades a la tarea misionera, así como ocurrió en Pentecostés. (Hch 2,1-13.)

La responsabilidad conlleva planeación, acuerdos. No puede ser que el sentido de esta doctrina sea sólo recolectar “más fieles servidores” para quien ha de coordinar la pastoral parroquial. No es más de lo mismo o el aumento de la cantidad. Esta actitud ser perfila a la luz de la calidad, de nuevas relaciones pastorales.

“La renovación de las parroquias al inicio del tercer milenio, exige reformular sus estructuras, para que sea una red de comunidades y grupos, capaces de articularse logrando que sus miembros se sientan y sean realmente discípulos y misioneros de Jesucristo en comunión”
Está pues claro que se debe buscar esta nueva imagen de parroquia que se ajuste a las necesidades requeridas buscando la fidelidad a su misión en el momento presente. Esto es decir mucho.

Es como cuando dicen que los modelos se agotan. Ya no se puede pedir más a esa anterior estructura. El problema es que se está exigiendo imaginación y creatividad y con frecuencia se carece de ellas.

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