Lic. Christian Villalobos
El pasado lunes 25 de mayo del 2020, en la ciudad de Minneapolis, en el país vecino del norte, sucedió un incidente perturbador. Algunos elementos de la policía local arrestaron a un hombre llamado George Floyd, alegando que oponía resistencia, ejercieron violencia en su contra rompiendo los protocolos. Mientras la víctima le rogaba al oficial que le permitiera respirar, este elemento de seguridad se burlaba del hombre que suplicaba por su vida hasta que finalmente perdió el conocimiento y falleció.
En los Estados Unidos de Norte América no es novedad ver situaciones de este estilo, en las que podemos calificar como actos de crueldad racial.
Desde su fundación como país, siempre encontramos la ideología de la supremacía de la raza blanca. Con el pasar de los años se profundizo y enraizó. Hoy el racismo se disimula, pero al final corre en las venas de los anglosajones y sus descendientes.
Tristemente Floyd hoy es un nombre más en la larga lista de mártires, los cuales ofertaron su vida para que al menos por un momento, nos detengamos y pensemos hasta dónde puede llegar la maldad de los hombres.
Mientras contemplaba el video donde mostraba la tortura de la que fue víctima Floyd, no podía dejar de pensar en todas las personas que han sufrido tratos semejantes y que no están gravados en videos. En aquellos que sufrieron un completo atropello de sus derechos fundamentales. No solo en el país vecino del norte. Yo pensé en los ciudadanos mexicanos que son afectados por las diferentes fuerzas de orden público. Pensaba también en aquellos que se han acostumbrado a ver la muerte y el sufrimiento de un semejante y que no sienten compasión alguna.
Debemos preguntarnos si no estamos perdiendo parte de nuestra humanidad. ¿Qué lleva a una persona a asfixiar a otra mientras su prójimo le pide piedad? Pareciera que hacemos a un lado lo más elemental la empatía por los demás.
Mahatma Gandhi, el hombre que liberó a la India del dominio del imperio británico, en una ocasión proclamó: “No me asusta la maldad de los malos, me aterroriza la indiferencia de los buenos.”
Hoy más que nunca la frase del pacifista hindú, parece que resonara en nuestra conciencia colectiva. Vemos crueldad en todos lados y nadie hace nada. Nos limitamos a criticar a nuestras autoridades. Hoy ensalzamos la violencia y la crueldad. Festejamos la infamia y vivimos sumergidos en una cultura de la muerte.
Hoy es buen momento para replantearnos el rumbo que estamos tomando como humanidad. Podemos reconocer, aunque hemos dado importantes pasos en materia de derechos humanos. Nos estamos volviendo insensibles ante la crueldad y la muerte. La sombra de la época de la esclavitud, del exterminio en masa están a solo 75 años de distancia.
Nos creemos buenos y educados, pero ante los actos de violencia en todo el mundo nos limitamos a dar una opinión en redes sociales. En lugar de desviar nuestra mirada del móvil para enfocarnos en las personas que se encuentran a nuestro lado, especialmente los más jóvenes. Estamos a tiempo de voltear y recuperar los valores universales. Solo de esta forma podremos realmente ser una humanidad.
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