El 2021 reta a los partidos políticos


Por Lic. Christian Villalobos

México es un país a donde la democracia llegó tarde y amenaza con esfumarse demasiado rápido. La democratización del país se construyó con sangre, sacrificios, esmero y dedicación. Muchas Mujeres y hombres, patriotas decididos, fallecieron considerando la democracia un sueño lejano.

Durante la mitad del siglo XIX, en nuestro país luchamos guerras internas, vencimos a los imperios extranjeros y todo esto solo para definir el tipo de régimen político. Consolidado el siglo antepasado, cuando se proclamó una república federal. No se instauró la democracia, llegó un caudillo popular aclamado por el pueblo: El general Porfirio Díaz. Aunque pacificó al país y trajo el progreso material, se convirtió en un déspota que azotó a las clases más sencillas y no supo entender a la naciente clase media.

Pasando la etapa del Porfiriato, estalló una revolución democrática, la encabezó un hombre valiente y de profundas convicciones democráticas, el cual fue traicionado por los que solo podemos describir como “chacales”. Tras la muerte del mártir de la democracia, Francisco I. Madero, se produjo una revolución en la que sus líderes se asesinaron unos con otros hasta que los sobrevivientes decidieron crear un sistema para poder dominar el país basado en el caciquismo y la simulación de la democracia.

Por más de 70 años el Partido Revolucionario Institucional dominó la política nacional, restringiendo las libertades políticas, recurriendo al fraude electoral, entre otras medidas muy cuestionables, con las que mantuvo el poder y frenó la democracia en cada rincón del país.

En el año 2000, con el nuevo milenio llegó un partido que había luchado por la democracia desde 1939. El Partido Acción Nacional, y se consolidó la democracia en México, las garantías individuales se convirtieron en derechos humanos tangibles, pero no cambió a profundidad el sistema. Faltó llegar a la medula de la sociedad y del sistema político que se encontraba corrompido.

Aunque se sembró la semilla del cambio democrático y se recogieron algunos frutos, faltó mucho por hacer.

Después del sexenio del presidente Enrique Peña Nieto la gente estaba cansada. La clase política había desgastado tanto la vida social del país, que un mensaje de odio y populista como el de AMLO comenzó a echar raíces y finalmente se afianzó.

Hoy el presidente de la Republica tiene de su lado la mayoría de las dos cámaras. Nos prometió un cambio, pero nos trajo prácticas retrógradas. Sus discursos llenos de populismo, pero carentes de contenido, intentan como el canto de las sirenas, engañar a los mexicanos prometiendo la felicidad, pero llevándonos directamente a encallar en las rocas. Hoy basta con que la primera dama publique en Twitter, para que se cancele la invitación a un panelista. 

Lo más preocupante de la situación actual no es cómo está manejando López Obrador el gobierno, lo que preocupa es que la oposición parece tener una voz tenue. Existe un enorme vacío donde los partidos de oposición no han podido hacer presencia. Este espacio comienza a ser llenado por organizaciones de la sociedad civil, por grupos independientes, o incluso en el peor de los casos por los memes en las redes sociales. 

El próximo año viviremos una elección crucial. Los partidos políticos y los candidatos independientes deben innovar, romper paradigmas. Tendrán que ofrecer algo fresco a los ciudadanos y mediante el diálogo político permanente buscar los consensos que lleven al bien común. Si no se logra esto, lamentablemente quien pagará las consecuencias es el país entero.

El reto es mayúsculo, pero es momento de que las personas que aspiren a los cargos de elección popular recuerden su verdadera vocación de servicio. Que los dirigentes de las diferentes instituciones políticas del país encuentren en sus estatutos los ideales que deben ayudarnos a construir la patria. Solo de esta manera podremos seguir hablando de democracia en el país.

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