Por Christian Villalobos
En las últimas semanas uno de los temas más polémicos volvió a ser tendencia en las redes sociales, aquel que toca las fibras más sensibles de la sociedad. Este tema paraliza a la sociedad. Unos lo llaman pecado, otros derechos. Se trata de la despenalización del aborto. Un tema del que cada uno de nosotros tiene su propia opinión y criterio.
Un servidor, intrigado por el pensamiento de las mujeres alteñas, realizo una pequeña encuesta por medio de las redes sociales, donde pregunté: ¿En qué momento sufre más una mujer, antes, durante o después del aborto?
Los resultados me sorprendieron, las mujeres que tienen la dicha de ser madres respondían que después de un aborto, ya fuera provocado o espontáneo, por la sensación de pérdida y vacío. Mientras que las mujeres que aún no son madres, argumentaban que antes del aborto, en especial cuando era provocado por la incertidumbre y el miedo que puede llevar a tomar una decisión de esta proporción.
Investigando sobre el tema, me quedó más que claro que esto no es una cuestión de género. El género masculino hemos sido muy irresponsable al no asumir nuestra parte en este problema. Para concebir se necesita de dos. Por lo que es de suma importancia, fomentar la sana educación sexual, así como el valor de la maternidad y la paternidad.
Este tema es bastante amplio y requiere de un profundo análisis, clínico y social, por lo que en este artículo no abundaremos más sobre el polémico tema, sólo externaré la opinión de que existe demasiada desinformación sobre el tema.
Como convicción personal, creo en el respeto a la vida, desde la concepción, hasta la muerte natural. Sin embargo, respeto la libertad de expresión de cada persona. Entiendo y siento empatía por el dolor y la enorme presión que existe sobre las mujeres que se encuentran viviendo una situación de esta índole y no juzgo los motivos de quién practica este acto.
Lo que sí me preocupa es el discurso de algunos grupos que se auto declaran provida, pero que manejan discursos que rayan en el odio, el desprecio y en ocasiones en la condenación del ser humano. Estas mismas asociaciones ponen como ejemplo al presidente del país vecino del norte, el que desde su campaña se declaró a favor de la vida y los valores. Pero al mismo tiempo manifestó su desprecio por las minorías, los migrantes, particularmente por los mexicanos. Incitó al odio, declaró la superioridad de su nación. Demostrando su hipocresía, este señor, al que tanto alaban los grupos de extrema derecha, con la boca declara estar a favor de la vida y con su dedo ordena tener a niños migrantes encerrados como animales, fomenta la guerra y se encuentra muy lejos de una cultura de la paz.
Estoy convencido de que estar a favor de la vida nos obliga a ir más lejos. No se trata solo de estar en contra del aborto, se trata de respetar la dignidad de la persona humana, en todo momento, bajo cualquier circunstancia, aun cuando no compartamos sus ideales. Los que digamos tener la convicción de apoyar la vida, tenemos la obligación de apostarle al diálogo la cultura de la paz. Defender los derechos humanos que son inalienables, proteger la ecología, denunciar el crimen y la violencia. Fortalecer los valores pilares de nuestra sociedad. Pero sobre todo entendernos humanos, en toda la complejidad, con nuestras debilidades y finalmente siempre profesar amor por la vida y nuestros semejantes.
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